LA DEUDA

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    Capítulo 38


    Ralph dejó la cama y se fue hacia el baño, con un pequeño trotecito, que hizo vibrar sus nalgas desnudas.
    Desde el lecho, echada de costado y apenas cubierta por la sábana, Janice esbozó una sonrisa, sin quitar la mirada de tan linda vista. Adoraba su trasero… Un poco menos bronceado que el resto de su cuerpo, pero con un agradable color canela. Firme, duro…
    “No es lo único que tiene duro…”, pensó y no pudo evitar lanzar una risa.
    Si ahora mismo estuviera en su propia cama, allí en la casa, el solo pensamiento le habría echado un sentimiento de culpa. Porque allí, intentaba no ser grosera, no ser vulgar, ni siquiera con el pensamiento. A su esposo no le gustaban esas cosas, y ella le complacía. Pero aquí…
    “Aquí puedo ser yo misma… Aquí es diferente. Igual que diferente es el trasero de Ralph, y eso que el de Brian aún se conserva bien, pero… ¡Este trasero!”
    —De que te ríes?
    Ralph estaba frente a ella, apoyando sus manos en la cama. Bajó la mirada, y vio que su hombría se bamboleaba un poco.
    “Madre mía…”
    —Nada… Solo recordaba lo bien que lo pasamos. —respondió, haciendo un mohín
    —Qué bueno. Me alegra dejarte contenta. —dijo él simplemente y luego se apartó, buscando su ropa.
    Janice frunció el ceño, al ver que empezaba a vestirse.
    —¿Ya te vas?
    —Si. En realidad, los dos deberíamos irnos. ¿Acaso tu esposo no te echará en falta?
    La mujer se dejó caer sobre las almohadas, dando un bufido.
    —Difícilmente lo haga. Se pasa todo el día en su bendita empresa. No vuelve hasta la noche… cada vez más tarde.
    Ralph se detuvo un momento y le echó una mirada, como dudando. Pero al fin negó con la cabeza, y siguió vistiéndose.
    —Lo siento. De todas formas, tengo que irme. Tengo una clase en un rato, y si no me apuro, no llegaré a tiempo.
    —¿Por qué no te disculpas? —dijo ella de pronto, volviendo a incorporarse —Puedes llamar y decir que tienes un inconveniente, o que estas enfermo.
    El joven sonrió sin mirarla, pero volvió a negar.
    —Vamos… —insistió —Si es por el dinero… puedo pagarte la clase que perderás. Aunque no sea el mismo entrenamiento…
    No se dio la vuelta. Siguió vistiéndose lentamente, adrede, consciente de que la mirada de ella, estaba clavada en su espalda.
    “Más bien en tus glúteos. Ya te ha dicho hasta el cansancio que le encantan. Solo espero que no me haya dejado magullones con sus pellizcos.”, pensó sonriendo.
    Bien podía hacer lo que ella le pedía. Podía echarse de nuevo en esa cama, y darle y darse el gusto. Pero… sabía por experiencia que no era buena idea. Si no las haces desear un poco, a la larga se aburren y te cambian por otro. Y si eso pasaba con las viejas, ¿cuánto tiempo tardaría en pasar con esta, que es joven y linda? Porque si, por una vez, había tenido suerte y encontrado una “mamita” que estaba buena y no le llevaba tantos años. Era un golpe de suerte… ojalá durara un tiempo. Porque su billetera no era nada despreciable, ya lo había averiguado. Tenía un esposo forrado en dinero, que no la atendía bien, por lo que ella decía. Bueno, para eso estaba él, gustoso. Janice pagaba por sus clases en el club, y hacía generosos regalos por el “entrenamiento” en el motel. Aunque él estaba teniendo el buen tino de no aceptar todo, de hacerse un poco el ofendido… No mucho, claramente. Pero ella parecía entusiasmada y quería que eso durara, por lo cual…
    —Lo siento, nena…—dijo al fin, volviéndose —Pero no quiero ser irresponsable. De verdad me gusta este trabajo y quiero conservarlo. Me gustaría quedarme… pero no puedo.
    Se inclinó sobre ella, y le dio un profundo beso, hasta casi dejarla sin aire. Pero apenas ella lo tomó de la nuca, se deshizo de su mano con suavidad y le dio otro beso corto, riendo divertido.
    —No, no… No me hagas esto, o no podré irme.
    Janice se lo quedó mirando, con la respiración agitada, con fuego en los ojos, pero al fin sonrió y suspiró echado la cabeza atrás y levantándose el platinado cabello.
    —De acuerdo. Dame un momento para vestirme y te acercó al club.
    —¿No tienes miedo de que te vean conmigo?
    Ella pareció pensarlo, y luego se encogió de hombros.
    —No te preocupes. Te dejaré a unas calles.
    Se levantó de la cama y Ralph no pudo evitar mirarla de arriba abajo. Tenía un lindo cuerpo. Con curvas, allí donde hacían falta. Muy lejos de las flacuchas chicas, que a veces lo acosaban en el club, o las ya fláccidas maduras a las que atendía de vez en cuando. Janice era un cambio agradable, y mientas se vestía lo miraba con… deseo.
    “Eso. Quédate con las ganas. Así esto durará más, y los dos saldremos ganando. Tú te quitas las telarañas de ese lugarcito que tu marido no sabe limpiar, y yo… Yo tengo mi dinero.”


    ————0————




    Después de tomar su pedido, la camarera le dedicó una sonrisa y se alejó. Will estaba sentado en la mesa más alejada y solitaria del pequeño café, aunque hubiera dado lo mismo que lo hiciera en cualquier otra. Había apenas otra mesa ocupada, a unos metros más allá.
    El horario del almuerzo había pasado hacía rato y solo quedaban esos rezagados tomando café. Y él mismo, que iba a obligarse a pegar un bocado, aun cuando no tenía hambre. Lo que en realidad necesitaba, era un lugar tranquilo y un rato a solas para pensar.
    Aún no regresaba a la casa, y no estaba seguro de cuando lo haría. Se había ido directo a la escuela desde el apartamento de Pedro, luego de un desayuno rápido y una ducha. Miró su reflejo en la ventana y sonrió con desgano. Pedro le había prestado una de sus camisas, cuando se había quejado de la falta de ropa. También ropa interior, pero le había dicho muy claramente que esa se la regalaba, porque no quería nada que hubiera rozado sus partes, metido en sus cajones. Habían compartido las risas y su alma se había sentido un poco más ligera.
    Con ese ánimo, se había venido a la escuela, a dar las clases de la mañana, y con la firme decisión de hablar con Oliver, para presentar su renuncia a las nocturnas.
    Pero la conversación no había resultado como esperaba. En realidad, entendía las urgencias del director, pero esperaba un poco más de comprensión.
    “Eso no es justo… Si, te comprende y te apoya. Solo no está de acuerdo… Y al fin, la decisión sigue siendo tuya.”, se dijo.
    Oliver lo había escuchado atentamente. Había escuchado sus quejas, sus explicaciones sobre la recarga de trabajo, la falta de sueño, los nervios, etcétera, etcétera. Pero… no había bastado. Seguía insistiendo en que se diera un tiempo, que esperara a poder acomodarse.
    Y él no quería mencionar el tema central, de verdad que no. No quería traer a colación el tema de su hijo. ¡Si apenas podía hablarlo con sus amigos! Pero no le quedó de otra. Allí sí, el viejo Oliver se conmovió, pero…

    —Créeme que te entiendo, Will. ¿Cómo no hacerlo? Pero perdona que insista, a pesar de todo… ¿Crees que el mejor remedio para pasar ese momento, o estos días… sea recluirte en tu casa o en tu cuarto a pensar en ello? ¿No sería mejor que intentaras distraerte? No digo que no pienses en ello en absoluto, pero, al menos no hacerlo constantemente, no me parece sano. Disculpa que sea entrometido.
    —No se trata de eso, y no me molesta que quiera aconsejarme. Sé que tiene buenas intenciones, pero… simplemente no soporto más presión, y esto es lo único de lo que puedo deshacerme.
    —No tienes por qué sentirte presionado por esto, Will. No es el caso. Trata de tomarlo de forma más relajada. Si te atrasas un poco, no es la muerte de nadie, no importa. Nadie va a correrte con eso.
    —Ya lo sé, sé que me comprende, pero yo no soy así, Oliver. No me gusta trabajar de esa forma, no me siento cómodo. Y allí vienen las presiones, las que yo mismo me meto.
    El hombre lo había mirado en silencio por un momento y luego había bajado la vista, juntando las manos sobre el escritorio. Estuvo así… largos cinco minutos, hasta que se preguntó si no estaría ofendido, y esta era una forma de decirle que se marchara, que la charla había terminado. Pero justo cuando estaba por preguntar, volvió a mirarlo, sonriendo.
    —Mira Will… no quiero ser pesado, de verdad. Comprendo toda tu situación y sé que debería aceptar tu renuncia, y dejarlo correr. Pero esto no se trata solo de la escuela, sino de tu vida. Y yo te aprecio William, te quiero… digamos que como a un ahijado. Quizás decirte hijo sería tomarme una atribución que no me has dado. Aunque mi cariño es así de fuerte.
    Eso le había sorprendido un poco, y conmovido bastante. Sobre todo, cuando vio que los ojos del viejo se llenaban de lágrimas.
    —Así que voy a hablarte como amigo, y de la misma forma, como los amigos que somos, voy a pedirte un favor, y me comprometo a que, si lo haces, haré todo lo que esté a mi alcance para aligerar tu carga. Te repito, esto no es solo porque quiero retenerte en ese puesto, porque te necesito allí, sino porque estoy convencido de que es algo que te ayudará, aunque ahora no puedas verlo.
    —Oliver, yo…
    —Escucha. Escúchame y luego me dices… Te propongo algo. Dame… y date a ti mismo un tiempo. Una semana, no te pido más. Si necesitas tomarte un par de días… en esa fecha especial, cuenta con ello. Pero no renuncies. Prometo, conseguirte ayuda con la recarga de trabajo. Podría… quitarte la papelería. ¿Qué dices? ¿Eso ayudaría?
    —Si… supongo… Pero…
    —Puedo hacerlo. Tengo el presupuesto para contratar personal administrativo para la dirección, pero en realidad… yo no necesito a nadie más. Bien puedo hacerme de algún ayudante.
    —No quiero que se meta en problemas por mí, Oliver. No hace falta. Solo necesita otro profesor.
    —No es tan fácil conseguir otro profesor, y lo sabes. En cambio, un ayudante… eso sí puedo conseguirlo fácilmente. Estoy seguro.
    Fue a abrir la boca para negarse nuevamente, cuando el viejo lo detuvo con una mano en alto.
    —No me respondas ahora. Piénsalo hasta mañana. No tienes clases nocturnas hoy, ¿verdad?
    —No.
    —De acuerdo, entonces, tomate el día de hoy para pensarlo. Y te juro, Will… —había dicho con énfasis— que mañana mismo tendré alguien que te ayude. Es una promesa.


    Y ahí estaba… Sin que le hubiera aceptado la renuncia, y con un lío en la cabeza.
    Y, además, estaba el tema de la casa. No quería regresar, no quería enfrentarse con Victoria y tener que pedir disculpas, aun cuando las merecía. No tenía ganas… no en este momento. ¿Pero que iba a hacer? ¿Pasarse el día por las calles? Bien podía ir a casa de Tom, pero no le parecía justo. Ya les había dado la lata en la noche, sobre todo a Pedro. No podía seguir molestándolo con sus cosas, mucho menos cuando no era nada grave. Solo… que estaba hecho un cobarde.
    Pero en fin… Oliver le había dicho que lo pensara, y tampoco era yendo a casa a estar con Victoria y Ralph, ni refugiándose en el apartamento de Tom, como iba a hacerlo. Esto, tendría que hacerlo a solas.



    El director Page apuró el último trago de su té, y dejó la taza con cuidado sobre el plato. Cada uno de sus movimientos, lentos, pausados, parecían completamente estudiados y mecánicos. Era una vieja costumbre, una forma de concentración, de tic quizás, que tenía cuando pensaba en alguna cuestión que lo preocupaba y que necesitaba resolver. Una forma de buscar claridad, en la forma de una simple taza de té.
    Sin despegar la vista de la misma, cruzó las manos sobre el escritorio, y lanzó un suspiro. La claridad le llegaba, pero no le aliviaba en lo absoluto, porque tenía casi la convicción de haber metido la pata.
    “No debiste prometerle nada… o al menos, no haber puesto un plazo. Si mañana regresa dispuesto a quedarse… no tienes nada que ofrecerle. ¡Tienes una boca muy grande, Oliver!”, se dijo algo desalentado.
    Veinticuatro horas no eran suficientes para conseguir un ayudante, eso debería tenerlo en claro. Si no había conseguido un profesor en todo este tiempo, tampoco iba a conseguir un empleado de un día para otro, aunque fuera un poco más sencillo. La agencia con la que se había comunicado, había prometido revisar sus registros y enviarle varios perfiles en… cuarenta y ocho horas. Y luego había que revisarlos, concertar entrevistas… En fin, que había hecho una promesa, que no podría cumplir, y eso lo enojaba bastante. Iba a echarlo a perder. Will no tenía más que decir gracias y volverse a casa, después de dejar su renuncia sobre la mesa. Y esta vez, no le quedaría otra que aceptarla.
    Cerrando los ojos, se masajeo las sienes, intentando alejar un incipiente dolor de cabeza. Luego de unos segundos, las dejó caer y suspiró. Llevaba varias horas aquí dentro, seguro era eso. El encierro no era bueno, sobre todo si tienes preocupaciones.
    Se levantó con decisión, y salió de la oficina, dispuesto a hacer una recorrida por la escuela. Con la excusa de ver si todo estaba en orden, tomaría un poco de aire y quien sabe… Tal vez al menos se sintiera un poco menos inútil.
    Dio una vuelta por los pasillos, desiertos por ahora, aunque dentro de un rato se llenarían de chicos, una vez que terminaran sus clases y volaran a la próxima, o a la cafetería para tomar un refrigerio.
    Hacia allí mismo se dirigía ahora, recordando que habían acordado un cambio en el menú y que ese día debía ponerse en marcha. Iría a controlar y eso le despejaría un poco la cabeza, se dijo.
    Cruzó la puerta vaivén del comedor, y se detuvo a echar una mirada. Estaba casi desierto, pues aún no llegaba el grueso de los estudiantes. Solo había algunas mesas ocupadas, aquí y allá. Algún profesor, un par de chicos que…
    “No deberían estar aquí… Mmmm…”
    Y allí, al fondo, una figura solitaria, inclinada sobre la mesa, como leyendo algo. La reconoció de inmediato, aún a la distancia, preguntándose qué hacía allí tan temprano.
    “Bien, tal vez no tiene otra cosa que hacer, considerando que…”
    Fue como una luz repentina en su cabeza. Un momento de iluminación, y eso que no tenía una taza de té en la mano. ¿Sería posible? Era una jugada arriesgada para hacer, pero… Si saliera bien, los beneficios serían varios. No solo conservaría a su profesor y ayudaría a Will. También a alguien más…
    Lo pensó apenas unos segundos y luego enderezó la espalda, y se dirigió directo a la mesa, donde la joven tenía la cabeza metida en un libro lleno de fórmulas. Parecía algo agobiada, pero reconcentrada, así que tosió para llamar su atención.
    La muchacha levantó la mirada y al reconocerlo, esbozó una sonrisa.
    —Señor Page…
    —Buenas tardes, Emma. —y sin ningún preámbulo, agregó —¿Aun sigues buscando empleo?


    ----------

    Y después de un parate por las fiestas, la presencia del suegro en casa, y la poca inspìraciòn... ¡capítulo de altas revelaciones!

    Janice se está comiendo a Rafaelito, y el chico ya la maneja como quiere, o eso parece. ¿La descubrirá Brian o se sentirá aliviado?

    Y mientras tanto, Will navega en un mar de dudas y Oliver le busca ayuda... ¡con Emma!

    Veremos que pasa con eso.

    ¡Gracias por la paciencia y por no abandonar la lectura!
     
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    AAAAAAAH!!! Me lo estaba imaginando todito!! Rafitaaaaaaa! :zvct1: :zvct1: :zvct1: jajajaja Obvio que Janice se lo iba a tirar, no...la boba!!! XD jajaja Se va a enganchar, ese hombre es demasiado!! :zvct1:
    ...Y la llama nena, fíjate :rolleyes: jajajajaja

    Emma de ayudante de Will?????!! :blink: Ay, madre mía!! Aceptará el trabajo??? Lo que puede ser eso!!

    Edited by isaaa! - 15/1/2019, 20:40
     
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    Capítulo 39

    Se le iluminó la mirada. Luego de un pequeñísimo instante de confusión, lo que esa frase podía significar, caló profundo en su mente, y no pudo evitar ilusionarse. Pero aún no escuchaba nada concreto, así que se obligó a responder con toda la calma de que fue posible.
    —Sí, señor Page… Sigo a la búsqueda, pero aún no aparece nada.
    El hombre la miró un momento en silencio, y luego sonrió.
    —Que bien. Porque tal vez tenga algo para ofrecerte.
    “¡Ay Dios! Tranquila Emma, no saltes de la silla. ¡Compórtate…!” se dijo por dentro.
    —¿Tienes clases ahora mismo?
    —No. No hasta dentro de dos horas. Solo estaba… pasando el tiempo, y tratando de resolver unos ejercicios. —respondió.
    —Bien. Entonces, dame una media hora. Tengo que solucionar algo aquí, y luego… ve a mi oficina, y hablaremos del asunto.
    El señor Page volvió a sonreír, y luego se alejó rumbo a la cocina, con las manos a la espalda.
    Emma lo siguió con la mirada, y cuando vio que estaba lo suficientemente lejos, levantó los brazos en alto y lanzo un “¡sí!” en voz alta, pero no tanto como para llamar la atención.
    Diablos, ¡estaba emocionada! ¡Al fin, al fin la suerte estaba cambiando!
    Volvió a mirar su cuaderno, con una sonrisa enorme en su cara. Pero ya los símbolos carecían de todo significado. ¿Quién iba a poder concentrarse, cuando tenía por delante la oportunidad de empezar a avanzar en su vida de una buena vez… por si sola?
    Levantó la mirada, mirando en derredor. Nadie le prestaba atención, claramente, y eso la desilusionó un poco. Era estúpido, pero tenía una enorme necesidad de compartir esto con alguien. Aunque claro, a nadie conocía lo suficiente allí como para contarle sus novedades. Pero lo necesitaba… Iba a ser una media hora muy larga.
    Rápidamente tomó su móvil, y le envió un mensaje a Bev.

    “¡Hola zombi! Dime que estás despierta…”
    Vio las dos tildes transformarse a celeste en apenas segundos, y suspiró con alivio. Su amiga ya estaba escribiendo la respuesta.
    “Claro que estoy despierta… aunque no hace mucho. ¿Qué mierda es tan urgente?”
    “No vas a creerlo. ¡El señor Page, me va a ofrecer un trabajo!”
    Hubo unos segundos de silencio, y luego…
    “¿Quién carajos es el señor Page?”
    “¡El director de la escuela, estúpida! Me preguntó si todavía buscaba empleo y dijo que tenía algo para ofrecerme.”
    “¿Ya te dijo de que se trata?”
    “Aún no… ¡Pero ya estoy feliz!”
    “Mejor te calmas, monita. Quien sabe… Tal vez tengas que vender tu cuerpo.”
    “¡Fuck you!”
    “¡Yo también te amo!”
    “Si, si… Nos hablamos más tarde.”
    “Okey… Llámame cuando salgas de la entrevista y… ¡Merde!”
    “¡Gracias!”

    Dejo el móvil sobre la mesa, y se quedó viéndolo un momento, para luego desviar su mirada hacia la ventana. Lo que vio en el reflejo, la avergonzó un poco. Seguía sonriendo de forma tonta, como si estuviera pensando en un noviecito o alguna cosa cursi. Casi tuvo que obligarse a bajar las comisuras de sus labios y adoptar una expresión más normal. No sería muy serio entrar al despacho del director sonriendo como estúpida, sobre todo si pretendía tomar seriamente un trabajo.
    “Muestra un poco de madurez, Emma. No debe ser tan difícil… ¡al menos finge!”, se dijo mientras recogía sus cosas y se iba directo al baño.
    Quería al menos mirarse al espejo y ver si estaba medianamente presentable, y sobre todo… ver si lograba quitarse ese gesto de ansiosa felicidad, como si estuvieran por darle un dulce.
    No, no era un dulce. Pero por Dios, que si lograba ese empleo… se sentiría igual de satisfecha.



    Rato después se acercó a la dirección. El señor Page ya estaba allí, conversando con su secretaria. Al verla en la puerta, sonrió y le indicó que entrara a su oficina e hiciera el favor de esperarlo por un momento.
    Emma no se lo hizo repetir. Entró y cerró la puerta tras ella, para luego echar una mirada en derredor. No le pareció correcto sentarse, si el hombre no está allí, así que se quedó parada, observando el lugar. Parecía más “lleno” que la última vez que había estado aquí. Claro, era lógico, pues en esa ocasión el señor Page apenas acababa de tomar el puesto de director. Hasta le parecía recordar que había un par de cajas contra la pared ese día. Ahora, había pequeños cuadros en las paredes, que se acercó a mirar con curiosidad. El más grande, era el título de profesor, con el nombre de Oliver Page en una bonita letra gótica. El papel se veía algo amarillento y aun así le pareció hermoso. Algo para mostrar con orgullo. Ojalá ella pudiera mostrar algo así alguna vez, aunque fuera solo para sí misma…
    Desvió la mirada hacia los otros cuadros, que eran variados. Un par de fotos antiguas, de graduación. Intentó buscar al director entre todos esos jóvenes que posaban sonrientes, con sus togas, pero solo pudo reconocerlo en una de las imágenes. Alto, delgado y sonriente.
    Luego había otras, supuso que, de viajes, casi postales. El señor Page sonreía con la torre Eiffel de fondo. En la otra, estaba sentado en el borde de… ¿la fuente de Trevi?
    “Vaya que has viajado, señor Page…”, se dijo con una sonrisa.
    Y al fin recalo en las últimas dos. Aquí el director no estaba solo. Otro hombre lo acompañaba en ambas. También parecían imágenes tomadas en viajes, por los paisajes donde se encontraban. Nevado uno, montañoso el otro. Y en ambas imágenes también, el señor Page tenía su mano sobre el hombro de su amigo, que parecía algo más joven.
    “Amigo… Mmmm…”
    Ni supo porque, pero se acercó, mirando con más atención. Si, para cualquier persona, solo serían fotos de vacaciones con un amigo. Pero para su entrenado ojo… allí había algo más. No solo el señor Page tenía la mano sobre el hombro del joven, sino que este lo tomaba a su vez por la cintura. Sonreían, felices.
    “No seas tonta Emma… puede que sea un pariente, tal vez… ¿su hijo?”
    Otra vez estudió sus rostros y se dijo que no. No se parecían en nada. Entonces…
    Sacudió la cabeza, algo molesta consigo misma. El que ella tuviera una amiga gay, no significaba que tuviera que andar imaginando cosas sobre la vida sexual de la gente. Era una vergüenza tan solo que lo pensara.
    “Una maldita entrometida, eso eres. ¿Quién te crees para estar…?”
    Hubo algo, como una corriente de aire, no supo bien qué, pero de repente estuvo segura de que el señor Page estaba a sus espaldas. Se volvió, enrojeciendo violentamente, sintiéndose descubierta. Pero el hombre solo sonreía, con las manos a su espalda como acostumbraba. Y en realidad no la miraba a ella, sino a las fotos en la pared.
    —Disculpe… —empezó algo atropelladamente —No quise…
    —Es una bonita imagen, ¿verdad? —la interrumpió el hombre, como si no la hubiera escuchado, y señalo el paisaje nevado —. Sobre todo, esta… Es Aspen. Fuimos a esquiar.
    Emma volvió a desviar la mirada y se sintió obligada a decir algo. Por supuesto… algo que era inconveniente. Pudo decir que el paisaje era hermoso, o que no conocía Aspen, o cualquier otra cosa. Pero dijo:
    —Se ven… felices.
    Page se volvió a mirarla, y ella sintió que se le subían otra vez los colores. ¿Qué clase de comentario era ese?
    —Sí, tienes razón. Fuimos muy felices en ese viaje… y en otros. Muy felices…
    Otra vez el hombre se volvió hacia las fotos y para sorpresa de la joven, pasó sus dedos delicadamente sobre la imagen.
    —Él es…
    “¡Ay no! ¡No, no! ¡Esto no esta bien! ¡No vaya a hacerme confesiones de ese tipo, señor Page, por favor!”
    —Fue… —continuó el hombre— Un querido amigo.
    Dejó caer la mano, y volteó hacia Emma, sonriendo con algo que le pareció tristeza.
    —Ya nos ha dejado. Pero me gusta recordarlo.
    Fue todo lo que dijo, casi en un susurro. Y luego se alejó de allí, rumbo al escritorio. Para Emma fue más que suficiente. Entendió lo que esa frase significaba y otra vez, se sintió una intrusa. Pensó que tal vez debería disculparse, pero se dijo que solo lo empeoraría, así que guardó silencio.
    —Ven Emma, siéntate.
    La joven obedeció, intentando sacudirse la sensación de incomodidad, y concentrarse en el tema que la había traído aquí. Por suerte el señor Page parecía haberse recompuesto rápidamente, y ya sonreía con su habitual buen humor.
    —Entonces… quedamos en que aún estas buscando empleo. —continuó el hombre.
    —Sí, aún no encuentro nada. —se encogió de hombros —No ha sido fácil.
    —Sí, lo sé. Es una época complicada para todos, no creas que solo para ti. Pero en fin… puede que tenga buenas noticias para ti. Si es que te interesa, claro.
    —Por supuesto que me interesa! —se apresuró a responder.
    Page levantó sus manos, para calmarla.
    —No te apresures. Aún no te digo de que se trata, y quien sabe si te guste. No es nada importante Emma… Si te parece que es poco para ti, puedes decírmelo con confianza. No me ofenderé.
    —¿Poco? ¡No, de ninguna manera! Con el tiempo que llevo buscando, y teniendo en cuenta mi falta de experiencia… ¡Señor Page, cualquier cosa estará más que bien para mí!
    Se dio cuenta que no era una frase muy feliz, apenas la dijo y el hombre sonrío nuevamente, como divertido.
    —Espera a que te cuente y luego me dices, ¿de acuerdo?
    Emma optó por asentir, sin decir nada más, para no volver a meter la pata, y el hombre continuó.
    —El caso es… que estoy necesitando una especie de… —lo pensó un momento— Una especie de asistente. No para mí, específicamente, para uno de los profesores. Alguien que pueda hacer la papelería, llevar estadísticas, pasar información a las planillas. Básicamente, es trabajo administrativo. Nada complicado…
    Hasta allí, Emma escuchaba atentamente, y seguía asintiendo, aunque puso sus reparos.
    —¿Y usted cree… que yo puedo hacer ese tipo de trabajo? —preguntó —Como ya sabe, no tengo ninguna experiencia.
    —Por supuesto que puedes. No es una ciencia. Con un poco de voluntad, pronto podrás hacerlo fácilmente. Eso… si sigues interesada.
    —Si, por supuesto.
    —Bien…
    El hombre se detuvo y pareció revisar entre sus papeles, hasta encontrar algo.
    —Vayamos por partes… El sueldo no es la gran cosa, pero supongo que tampoco está tan mal para empezar… Y el horario, es bastante flexible. Teniendo en cuenta que estarás trabajando aquí, no se superpondrá con tus horarios de clase. Unas pocas horas por la mañana y otras por la tarde. Además… —enarcó las cejas como si fuera a hacer un gran anuncio — el almuerzo está incluido.
    Emma no pudo menos que reírse del comentario y seguía del mismo buen humor cuando escuchó la cifra que le ofrecían pagarle. Cierto, no era una fortuna, y puede que todavía su padre tuviera que asistirla un poco. Pero era suficiente para empezar a manejarse sola, y obtener la maldita experiencia que tanto le reclamaban en todas partes.
    ¡Todo era perfecto! Ya casi ansiaba salir de allí y darle las buenas nuevas a Bev. Y ni hablar de cuando se lo dijera a su padre. Seguro estaría encantado, y más sabiendo que iba a trabajar con el señor Page. Bueno, no exactamente con él, pero…
    —Estoy seguro de que el profesor Ross y tú van a llevarse de maravilla.
    ¡Plaf! Fue como un balde de agua fría sobre su cabeza. Como cuando recibes algo así y no sabes de donde vino. Te quedas un segundo como congelado, y luego… ¿Qué? ¿Qué había dicho?
    Page seguía diciendo algo, que ella no había registrado.
    —Disculpe… —le interrumpió —¿Qué nombre ha dicho?
    El hombre pareció algo sorprendido antes de responder.
    —Ross, William Ross. Es el profesor de Literatura. —y luego pareció continuar con cuidado — Tengo entendido que lo conoces. Estás en su clase.
    Emma escondió la cara entre las manos y gimió por lo bajo.
    —¿Emma?
    Se demoró un momento antes de enfrentarlo, porque no sabía bien cómo hacerlo. Claramente, no podía decir la verdad. Demonios… se había ilusionado tanto.
    —Lo siento, señor Page —dijo al fin, casi en un hilo de voz —. Pero no puedo aceptar.
    —¿Por qué no?
    —Porque… no estoy preparada para este trabajo. No podré hacerlo bien. —respondió bastante atropelladamente —Estoy segura de que lo haré quedar mal, y no es el caso. Y no debe sentirse obligado a ser amable conmigo, solo porque mi padre…
    —¡Alto, alto! —la detuvo con las manos en alto, para luego observarla con curiosidad durante unos segundos —Hasta hace un momento, parecías muy entusiasmada con la idea. ¿Que ha cambiado?
    —Nada… —dijo rehuyendo su mirada —Me lo pensé mejor. No creo estar a la altura de…
    —Mientes.
    Una sola palabra. Simple, lapidaria. Y no encontraba como responder a eso.
    —Vamos Emma, puedes ser sincera conmigo. No voy a ofenderme ni nada. ¿Qué sucede? ¿Por qué cambiaste de opinión?
    —Yo… no puedo trabajar con el profesor Ross.
    El director no dijo nada, solo seguía observándola y esperando a que continuara. No quería decir nada en contra de Will, y no quería ponerse en evidencia, pero… ¡no podía aceptarlo! Era una locura, no podía involucrarse con ese hombre. Era un despropósito y seguro iba a acabar en desastre. ¡No podía! Pero algo tenía que decir…
    —En realidad… no creo que él me quiera como asistente, director. Creo que… no le caigo bien. —respondió cuidando sus palabras.
    —Aja… Sí, tengo entendido que han tenido algún que otro… inconveniente. — respondió, después de unos segundos.
    Emma enarcó las cejas con algo de sorpresa, y para qué negarlo, algo picada. ¿Debía suponer que Will se había quejado de ella, o la había puesto en ridículo con el director de alguna forma?
    “Bien. Mas a mi favor entonces…”
    —Es cierto. Nada grave, pero… creo que, de alguna forma… lo exasperó. —siguió lentamente —Creo que no logro… cubrir sus expectativas. No es su culpa, claro. Soy yo… Pero por eso mismo, no creo que esto sea una buena idea.
    El hombre junto las manos bajo su barbilla y se quedó mirando a la nada por unos momentos, pensativo. A lo cual Emma se dijo, que ya estaba. Eso sería suficiente, no iba a insistir. Si se le hacía evidente que Will no la querría, y ella estaría incómoda, no había nada más que hablar. Así que cuando el hombre volvió a hablar, se sorprendió nuevamente.
    —No estoy de acuerdo.
    —¿Qué?
    —Que no estoy de acuerdo —se acodó sobre el escritorio nuevamente y sonrió —. Más bien, creo que sería una excelente idea que trabajen juntos.
    Emma fue a abrir la boca, pero el hombre la detuvo con una mano en alto.
    —Antes de que digas nada más, escúchame y luego lo analizaremos juntos.
    Durante unos minutos, el señor Page pasó a enumerarle los múltiples inconvenientes con que se había encontrado al asumir el puesto de director. Al punto de que Emma se preguntó si era correcto que se confiara con ella de ese modo. Al fin y al cabo, solo era una alumna. A lo sumo la hija de un viejo conocido, porque no creía que ni siquiera fuera íntimo con su padre. Hasta que llegaron al tema de Will, y allí sí, se sintió francamente incómoda.
    —… y supongo que, aunque llevas poco tiempo aquí, habrás escuchado algo por allí, sobre… las especiales circunstancias que atraviesa Ross. La muerte de su familia y todo eso…
    Tuvo que resistir el impulso de levantarse y mandarse a mudar. No quería escuchar más de eso, pero… por alguna razón era un poco más sencillo resistir con el señor Page delante, que si fuera el mismo Will quien estuviera tocando el tema. Así que se forzó a poner su mejor cara de nada y seguir escuchando, aun cuando para ella, este era un tema terminado.
    —Tengo… un muy especial afecto por ese muchacho. Llevamos siendo compañeros muchos años, aunque no seamos amigos íntimos, y… me duele mucho lo que le sucede. No lo merece.
    Emma apretó las manos debajo del escritorio, pero no movió otro músculo. Por dentro… era otra historia.
    —El caso es… que me encontré con esta necesidad de cubrir un puesto y él está en una situación tan delicada y triste, que pensé… que sería bueno que estuviera más ocupado. Otra cosa en que pensar, ¿entiendes? En lugar de quedarse en casa y pegarse la cabeza contra la pared.
    “Basta, por Dios… Basta. ¡Quiero irme!”
    —Creí, te repito, que era lo mejor… —continuó Page —Y en un punto, creo que lo ha sido, solo que… está un poco sobrepasado. El trabajo es mucho, más de lo que puede manejar, y necesita ayuda. Es eso… o va a renunciar. Y de verdad no quiero perderlo. Es un elemento valioso para la escuela, y tampoco sería bueno para él mismo que dejara de trabajar en estos momentos. Y, por otra parte, estás tú…
    Emma bajó la cabeza, como escapando a la mirada inquisidora de Oliver, que parecía querer ahondar en su mente.
    —Tú… que necesitas este empleo. Ya sé que tu subsistencia no está en peligro, ni te van a echar a la calle. Pero también sé… o al menos creo advertir, que la situación no te hace feliz. Creo adivinar en ti, un deseo de superación, de crecimiento. Veo potencial en ti, Emma. Y nada me gustaría más, que ayudarte a explotarlo.
    Volvió a mirarlo. La miraba sonriente, y la evidente simpatía y buena voluntad del hombre, la hacían sentirse más miserable aún. Odiaba defraudarlo, defraudar a su padre, que seguro se enteraría de eso, ¿pero que más podía hacer?
    —En cuanto a los… encontronazos que has tenido con el profesor, querida… Déjame decirte que él tampoco está feliz con lo sucedido. Se ha sentido mal, porque no es su manera de proceder ni de comportarse con los alumnos. Will es un maestro severo, pero en el buen sentido. No es ni un maleducado, ni un abusador, ni un intolerante. Solo está pasando por un mal momento, y eso le lleva a reaccionar, de un modo desmedido. Necesita un tiempo para acomodarse a su nueva situación, y creo que es nuestro deber, ser un poco tolerantes y ayudarle en lo posible. Solo trato de decir, que lo que sea que haya pasado, no lo tomes como algo personal. El tema no es contigo, es con él mismo. Y se ha arrepentido de lo sucedido, me lo ha dicho.
    Solo allí volvió a mirarlo. Will había comentado sobre ella con el director, y… estaba arrepentido. Bueno, era cierto que en su momento se había disculpado. Pero siempre había pensado que era por pura cortesía o formación profesional. No porque de verdad se hubiera sentido culpable por haberla tratado con dureza. Y por alguna razón, eso la hizo sentir mejor.
    —En fin, Emma… que si pudieran dejar de lado esas tonterías que han pasado, creo que podrían hacerse bien mutuamente.
    La joven frunció el ceño ante ese comentario, que no le parecía del todo cierto.
    —Me refiero… —continuo Page rápidamente — a que sería una relación beneficiosa para ambos, profesionalmente, claro. Para Will, será una forma de poder seguir trabajando y superando poco a poco sus problemas, y para ti… Emma, cualquiera sea la decisión que tomes en el futuro, respecto al trabajo, esto te servirá para obtener algo de experiencia. Luego podrás buscar tu camino en otra parte si lo deseas. Pero al menos habrás dado el primer paso.
    Empezó a dudar. ¿Podía ella, contribuir de algún modo a que Will se sintiera mejor? ¿Podría hacerlo? ¿Se lo debía?
    —Y estoy seguro de que tu padre estará muy feliz si aceptas.
    ¡Bingo! Era lo que faltaba para terminar de atarla de pies y manos y echarla al mar, por decirlo de algún modo. Pero aún quedaba un tema…
    —¿Y… el profesor Ross está de acuerdo con eso? —se animó a preguntar.
    La expresión del director fue tan evidente, que casi suspiró de alivio.
    —Aún no le doy la noticia. Primero quería hablar contigo y asegurarme de que aceptes el empleo.
    —No va a querer.
    Pero el hombre se limitó a sonreír hasta que pareció que sus ojos casi desaparecían en su cara.
    —Eso… déjamelo a mí.

    ——————————————


    Fuaaaa! En fin... Oliver le expone las cosas de un modo, que parece dificil que Emma pueda negarse. Pero que dirá Will? Veremos en el próximo capi ^_^ Gracias por leer!
     
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    Iba toda ilusionaba y Boom!! jajaja
    Después de esto va a tener que aceptar sí o sí :lol: A Will no le va a gustar. Pero bueno, a ver cómo va la cosa...
     
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    Capítulo 40


    Estaba haciendo lo correcto. Eso se decía cada vez que salía de la cita con el terapeuta. Concurría sin faltar ni una vez, y hablaba y contestaba a sus preguntas. Contestaba… En fin, decía aquello que sabía debía decirse, aquello que se suponía querían escuchar de su boca. Y no es que fueran mentiras, para nada. Que se sentía culpable, que extrañaba a su mujer y a su hijo, que a veces lloraba a solas, que estaba haciendo un esfuerzo para salir adelante, que a veces perdía la paciencia con la gente a su alrededor…
    Pero no era suficiente. No tenía idea de si el terapeuta, o sus amigos o la gente a su alrededor lo notaba. No era suficiente. Seguía teniendo algo dentro, algo como atascado entre el pecho y la garganta. Algo que no lograba poner en palabras, ni siquiera dentro de su cabeza. Y eso lo asustaba, porque tenía la sensación de que ese “algo”, algún día iba a explotar y no tenía idea de qué forma ni de cuales fueran las consecuencias. Y no sabía cómo quitárselo de dentro. Y no sabía cómo manejarlo. Y no sabía ni que era.
    Tal vez Oliver tenía razón. Tal vez debía seguir tratando de tener su tiempo ocupado, pensar menos, moverse más. O tal vez era todo lo contrario. Tal vez hacer eso solo era esconder el problema, enterrarlo, dejarlo estar por un tiempo, solo para que después volviera con más fuerza.


    En ese estado de confusión, al fin había regresado a casa. No que tuviera ganas de enfrentarse con Victoria, pero estaba cansado de andar por las calles y no quería seguir importunando a sus amigos. De alguna manera tenía que hacerle frente a lo que restaba de este día… y al siguiente. Aunque solo fuera encerrarse en el cuarto, que, por ahora, es lo único de lo que tenía deseos. Echarse a la cama y descansar, por decirlo de alguna manera, aunque sabía que no lo lograría. Pero al menos quitar su cara de frente a los demás, dejar de ver miradas compasivas, no responder preguntas. Sentirse todo lo miserable que quisiera, pero sin testigos.
    Estaba poniendo la llave en la puerta, cuando escuchó claramente las voces de Victoria y su hijo, discutiendo. Se quedó un momento inmóvil, cerrando los ojos con fuerza. Nunca, desde que todo esto había empezado, deseo tanto que ya no estuvieran aquí. Era desagradecido, era poco amable, pero era lo que sentía. Quería estar solo…
    Así y todo, se obligó a entrar y aunque podría haberse escabullido al cuarto, se encaminó hacía la cocina. Mejor pasar por esto rápidamente y luego si, a refugiarse en su soledad.
    Se asomó a la cocina lentamente. Victoria estaba de espaldas, trajinando en la cocina. Ralph sentado a la mesa, tomando algo. Ambos estaban de espaldas a él.

    —Que ya no soy un niño… —decía Ralph —Estoy cansado de repetirlo.

    —¡Niño o no niño, me debes un respeto, Rafael! Yo también estoy cansada de repetirlo. Y últimamente, cada vez veo menos de eso en esta casa. Ni me respeta Will, ni lo haces tú. De él, vaya y pase, pero tú… ¡eres mi hijo! Y desde que trabajas en ese club, te comportas como si hubieras subido de status o algo. No te equivoques, Rafaelito. Que trabajes allí, no te convierte en uno de ellos. Sigues siendo un empleado y nada más.

    —Gracias, mamacita. —respondió con sorna, levantando su taza —Siempre dándome palabras de aliento sobre mi futuro.

    —Tu futuro… Tu futuro se arruinó el día que decidiste comportarte como un idiota irresponsable. Tú lo arruinaste, no lo olvides.

    Su voz sonaba amargada, resentida. Will meneo la cabeza con pena. No era la primera vez que escuchaba una discusión de ese tipo. Más bien habían sido muchas veces.

    —¿Cómo hacerlo? No dejas de machacármelo cada vez que puedes. Pero ya dejaré de escucharte algún día…

    Victoria se enderezó como si la hubiera golpeado. Golpeó la mesada con el cuchillo, y se dio la vuelta, furiosa.

    —¿Acaso estás deseándome la muerte? ¿A tu propia madre? ¿Acaso…?

    La mujer se detuvo en seco al advertir su presencia, y Ralph se pegó la vuelta al verla mirar sobre su hombro.

    —Ah… hasta que al fin volviste. —dijo el joven sin dejar su tono irónico.

    —Sí, hasta que al fin apareces —repitió ella y luego elevó la voz —. ¡Hasta que al fin das señales de vida! ¿Tienes idea de la noche que hemos pasado? ¿Dónde estuviste?

    Will se limitó a suspirar y se obligó a sonreír.

    —¿No te parece que estoy algo grande para que me preguntes eso? —respondió.

    —Grande o no… tienes que tener un poco de consideración. No volviste a casa en toda la noche, no sabíamos dónde estabas. ¡Creí que te había pasado algo!

    —Mamá, no exageres… —suspiró Ralph.

    —¡No exagero! Podía haber estado enfermo. Que lo hayan asaltado… ¡Podría haber estado muerto y nosotros ni enterados!

    El “ojalá lo estuviera” se quedó dentro de su boca con esfuerzo. Pero no era la expresión más feliz para cortar con esto, así que se contuvo.

    —No es para tanto, Victoria. Estoy bien, solo pasé la noche fuera de casa. Nada de qué preocuparse.

    —¡Pero yo lo hice! —insistió —No he pegado un ojo en toda la noche, esperándote, esperando una llamada o un mensaje.
    Iba a disculparse, solo por compromiso, pero ni llego a decirlo, cuando ya Victoria estaba sacudiendo un dedo frente a sus ojos… como antes, como muchos años atrás.

    —Un mensaje! ¡Un simple mensaje, por pura cortesía, William! Ya sé que no tienes que darme explicaciones, no eres un chico y no soy tu madre… pero de todas formas…

    La frase quedó flotando entre los dos, como tantas otras veces, mientras escuchaba el resoplido de impaciencia de Ralph a sus espaldas.
    Tampoco era la primera vez para discusiones entre ellos, ni para que él escuchara algo que no debía o no quería. No era la primera vez que Victoria decía que no era su hijo, que lo remarcaba. Alguna vez… eso había dolido. Al principio de la historia, cuando por muy poco tiempo había creído que tal vez, su padre tenía razón. Que tal vez, podían volver a ser una familia, que tal vez esa mujer que había traído a casa podría, no ocupar el lugar de su madre, pero al menos parecerse en algo. Que Ralph podía ser el hermano que no tenía. Había durado poco, y la realidad, había dolido. Tanto que, al fin, esas palabras, las que confirmaban que, en efecto, no era su hijo, se transformaron en su propia defensa cuando ella intentaba controlarlo. El “no soy tu hijo” o “no eres mi madre”, terminó por ser algo habitual. Una forma de lastimarse mutuamente, de herirse. Hasta que fue demasiado y él decidió irse.
    Contando interiormente hasta diez, ensayo una sonrisa y tomó el dedo que Victoria seguía sacudiendo, con suavidad, bajando su mano.

    —Tienes razón, y me disculpo por eso, pero… si estaban tan preocupados, bien pudieron ser ustedes quienes me llamaran o enviaran el dichoso mensaje, y yo habría respondido. —dijo con paciencia.

    La mujer y su hijo cruzaron una mirada, pero ella no parecía dispuesta a rendirse y volvió a encararse con Will.

    —Eso habría estado genial… si tuviera tu número. Nunca me lo diste, Will, ni tampoco a Rafael. —respondió con aire casi triunfante.

    La paciencia de Will empezaba a agotarse, pero aún ni se disculpaba por lo del día anterior y no quería empeorarlo, ni empezar nuevas discusiones. Así que no se dejó acorralar.

    —Tienes el teléfono de Tom. Y el de Peter. Se que te llamaron cuando… —hizo una pausa —En fin, debes tenerlo registrado. Ellos te habrían puesto al tanto.

    Victoria lo miró un momento, como si se hubiera quedado sin argumentos, pero de pronto lanzó una risita irónica.

    —Claro! ¿Y quedar como una vieja pesada que te persigue por todas partes? ¿Quedar como la metiche que no te deja en paz? Porque es lo que hubieran pensado. Es lo que han hecho siempre, sobre todo Tomás… Ya sabes que me tiene ojeriza y…

    Will levantó una mano, haciéndola callar y cerrando los ojos, dio un fuerte suspiro. La voz de Ralph le llegó como de lejos, en medio de un enojo que empezaba a ganarlo y trataba de contener.

    —Si alguna vez esperas quedarte con la última palabra con ella, estas frito, amigo. Ya deberías saberlo…

    Abrió los ojos y le lanzó una mirada furibunda al joven, que se encogió de hombros y volvió a su taza de café.

    —De acuerdo… Tienes razón. —abrió los brazos como rindiéndose — ¿Es lo que quieres escuchar? Tienes razón, Victoria. Soy un desconsiderado, debí llamar y avisar. Se me pasó, lo lamento.

    Y antes de que las cosas fueran a salirse de control, decidió lanzar el resto.

    —Con respecto a lo que pasó ayer… Voy a decirlo solo una vez, porque no me es fácil, así que te pido que no me interrumpas.

    La mujer enredó las manos en su delantal, cambiando su expresión de enojo por un gesto compungido, que él trató de ignorar.

    —Ayer… estaba en un estado emocional… difícil. —empezó— Mañana… es el cumpleaños de Tommy. Hubiera cumplido cinco. Y eso me ha estado carcomiendo toda la semana, y vengo aguantándome y… No lo estoy manejando bien.

    Fue consciente de que los dos lo miraban. Ralph había dejado su taza lentamente y se había dado la vuelta para verlo de frente. Lo miraban en silencio, con gesto de… pena, o lo que fuera. Tuvo que tomar valor para seguir, para soltar el resto y no salir disparado hacia su habitación.

    —No lo estoy manejando… —repitió— Y cualquier cosa, me saca de eje. Creo que no estaba pensando con claridad y dije cosas, que no debía.

    —Me acusaste…—deslizó la mujer.

    —Lo sé. Y me disculpo por eso y por cualquier otra tontería que haya dicho en ese estado. Te repito, no sé bien ni que dije. Así que… no me presten demasiada atención en estos días. Ya se me pasará…, supongo, una vez que pase la fecha. Otra vez, lo lamento.

    Ya lo había dicho, ya estaba. Ahora lo que debía hacer, era irse a su cuarto rápidamente, antes de que…

    —¡Ay, Will! ¡Claro que estás disculpado! ¡Pobrecito, mi querido!

    No la vio venir, ni tuvo tiempo de impedir que la mujer se lanzara en sus brazos, abrazándolo con fuerza y sollozando como si hubiera sucedido una tragedia. Otra tragedia….
    Se quedó inmóvil entre sus brazos, sin atreverse siquiera a mirar a Ralph, pero imaginando su gesto, ante el exagerado desborde de su madre que, lejos de producirle emoción, lo incomodaba profundamente.

    —¿Cómo no vamos a entenderte? ¡No sé cómo haces para sobrevivir a semejante dolor! ¡Pobrecito! ¡Con lo que debes extrañar a ese angelito!

    Fue demasiado, pero se forzó a no ser brusco. Apenas levantó los brazos y dio un par de palmaditas en la espalda de la mujer y luego la apartó lo más suavemente que pudo. Murmuro una nueva disculpa y casi salió disparado de la cocina. Solo que no fue lo suficientemente rápido…
    Tal vez, si no hubiera tenido ese estúpido mareo, habría subido las escaleras a la carrera y no hubiera escuchado. Pero lo cierto es que se mareo, apenas por unos segundos, seguramente por el estado de sus nervios. Se detuvo apoyándose contra la pared, cerrando los ojos con fuerza, inspirando profundo, y entonces… los oyó.

    —Estás sobreactuando demasiado… —decía Ralph.

    —Yo? Solo me conmuevo con su dolor…

    La voz de Victoria sonó tranquila y firme. Muy lejos del exabrupto emocional que se suponía había tenido hacía apenas unos segundos. Will abrió los ojos, algo sorprendido.

    —Y al fin y al cabo… —continuaba— tal vez tienes razón, no debí conmoverme tanto. Se merecía que lo hiciera sufrir un poco más, después de la escenita que me hizo ayer.

    —Ya está, mamá… Ya te pidió perdón. Puedes dejar de hacerte la víctima.

    —¡No me hago la víctima! De verdad, me sentí muy mal…

    —Insisto. Si sigues exagerando tanto… va a empezar a sospechar que finges. No te pases.

    —¡No estoy fingiendo, niño! Solo… a veces le pongo un poco más de drama a mis reacciones. Ya sabes que soy así.

    —Sí, claro… —sonaba resignado.

    Will se quedó un momento más allí, entre dolido y también… resignado. No tenía sentido, ya no debería sorprenderse de nada que viniera de ella, ni tampoco debería dolerle. Sin embargo, dolía. Todo dolía tanto, maldita sea…
    Dando un suspiro, se fue lentamente a su cuarto, por lo cual no escuchó el resto de una conversación, que quizás, le hubiera abierto más los ojos.


    —Lo único que te digo, … madre —recalcó la última palabra— es que seas más cuidadosa.

    —No sé a qué te refieres…

    —Claro que lo sabes.

    Ralph dejó la mesa y acercándose a ella, siguió en un tono de voz más bajo.

    —No tenemos donde demonios ir, mamá. Aquí tenemos casa, comida… y por primera vez en mi vida conseguí una ocupación y puedo ganar algo de dinero haciendo lo que me gusta. Pero si Will se da cuenta de que le metes la mano en el bolsillo, nos va a echar a la calle. Y esta vez… no habrá vuelta atrás. Haz el favor… tenemos algo bueno. No lo estropees. No otra vez.

    Victoria lo miró en silencio por un momento, y luego se enderezó, con gesto ofendido.

    —Lo único que me falta, es que mi propio hijo me acuse de ladrona.

    —Yo no te acuso… Solo te conozco demasiado. Si vas a tomar su dinero, se más discreta.

    La mujer desvió la mirada, solo para responder con tono amargo.

    —No necesitaría hacerlo, si compartieras el tuyo conmigo. Soy tu madre, Rafael, y no me ayudas.

    —¿Ayudarte a qué? —echó una risita —¿A que tengas dinero para ir a jugar? Dime… ¿dónde estás yendo? ¿Hay un casino por aquí y no me he enterado?

    El golpe lo sorprendió una vez más, pero no reaccionó. Se limitó a sonreír de forma irónica, mientras se masajeaba la mejilla, y su madre lo miraba con furia.

    —Puedes seguir pegándome si quieres. Eso no cambiara que lo que digo es verdad. Sigues con lo mismo… No voy a darte dinero para que te lo juegues, madre. Yo no voy a caer en eso, porque “eso” … fue el inicio de todos nuestros problemas. Lo único que te digo, es que te controles. Si de verdad quieres poner la mano en algo más que en la billetera de Will, si quieres poder tomar algo de ese dichoso dinero del seguro, tendrás que ser un poco más inteligente. Me voy a trabajar.

    Dicho lo cual se dio media vuelta, tomó su raquetero y salió por la puerta trasera.
    Victoria se quedó apoyada en el fregadero, tragándose lágrimas de furia. Controlarse… como si fuera tan fácil.


    ****--****





    Bev se tapó la cara con las manos, lanzó un largo suspiro y las dejó caer nuevamente.

    —Estás loca, monita… Y ya he perdido la cuenta de la cantidad de veces que he dicho esas palabras desde que todo este lío empezó.

    Emma frunció el ceño y se removió incómoda en el sillón. No era la reacción ni las palabras que esperaba de su amiga. La había llamado apenas dejara la escuela, pidiéndole que viniera porque tenía algo que contarle con respecto al trabajo. Y aunque Beverly había insistido en que le adelantara algo, no había soltado prenda, hasta que llegó al apartamento con una bolsa con hamburguesas en una mano y dos cervezas en la otra. Todo lo que reposaba en la pequeña mesa ratona. Apenas habían abierto las botellas cuando Emma le había lanzado las noticias, casi sin respirar. Y luego se había quedado expectante, a ver que decía su amiga. Solo que no era eso lo que esperaba.

    —¿Porque me dices que estoy loca?

    —No puedes hacer eso. Te vas a meter en un lío.

    —Yo no dije que fuera a aceptar! —se sorprendió.

    —Pero lo estás pensando. —le señaló con la pequeña botella.

    —No, claro que no. —se defendió, aunque no entendía de que.

    —Sí, si lo haces, te conozco. Y si aún no lo piensas, lo vas a hacer. Porque estás loca, ya lo dije.

    Por toda respuesta, Emma revoleó los ojos y le pego un trago a su propia botella. Luego de unos segundos de obstinado silencio, no tuvo más remedio que volver a enfrentar la mirada de su amiga, que sonrió, condescendiente.

    —¿Ves? Ahí está. Tienes esa mirada.

    —¿Cual mirada? —respondió con algo de enojo.

    —Esa que dice… “Tienes razón, pero no voy a dar el brazo a torcer, porque tengo la cabeza más dura que…”

    —¡Okey, okey! —la interrumpió y suspiró resignada— Esta bien, tienes razón.

    —Gracias y salud.

    Bev brindo chocando las pequeñas botellitas y sonrió triunfante.

    —No te pongas tan feliz. Si, lo pensé, pero no por las razones que crees.

    —Entonces, ¿por cuáles?

    —Ya te dije, Bev. No tengo manera de rechazar esa oferta sin que mi padre se entere y empiece a preguntarme porque lo hice.

    —Siempre puedes mentir —se encogió de hombros —Eso se te da bien.

    Emma dejo pasar el comentario y meneó la cabeza.

    —Mentir, ¿Cómo? ¿Cómo le explico que rechazo un trabajo en un sitio decente, aunque la paga no sea buenísima? ¿Un trabajo que me dan solo por ser su hija, aunque no tenga experiencia y encima, con tiempo para mis estudios? No sé qué excusa podría poner… Pero, en lo que estuve pensando, es que si puedo aceptar y dejar a todos felices… aunque nunca llegué a trabajar con Will.

    Beverly frunció el ceño, extrañada.

    —No te entiendo.

    —No es difícil. Mañana voy a la escuela, acepto el empleo, sonrió y todo. Luego el director le dirá a Will, y… ¿Qué crees que pasará?

    —Qué se yo… ¿El tipo estará feliz?

    —¡No, Bev! —se irritó— ¿Cuántas veces tengo que decirte que me detesta? ¡No va a aceptar! No va a querer saber nada conmigo. Me va a rechazar, yo pondré cara compungida, el director se disculpará conmigo y le buscará otro asistente. Fin del asunto y todos felices.

    Pero Bev no parecía convencida, para nada.

    —Es un riesgo muy grande, monita. ¿Y si dice que sí? ¿De qué te vas a disfrazar?

    —No lo hará. De verás, sé que no me soporta, aunque no sé por qué. De alguna manera, parece que… lo irrito. —hizo una pausa para decir en voz más baja —O tal vez de alguna manera mística o algo, presienta que soy la causante de sus desgracias. Tal vez el Universo le está dando señales de que debe mantenerse alejado de mí.

    Su amiga la miró un momento y luego se echó a reír.

    —¡Qué tontería más grande! Tú no crees en esas cosas.

    —No, pero quien sabe…

    Hubo un silencio casi denso entre ellas. Emma se quedó sumida en sus pensamientos y Bev la observó por un rato. Estaba preocupada por ella. Hasta ahora, a pesar de las dificultades al principio, había estado manejando esto bastante bien. Pero si ahora, de pronto, entablaba algún tipo de relación con ese hombre, a la larga, terminaría metiendo la pata. Lo presentía. Como también sabía que no habría nadie que la hiciera cambiar de opinión. Ojalá realmente a ese Will le fuera tan desagradable la idea de trabajar con ella, que la rechazara. Porque si no lo hacía… se avecinaban problemas.

    —Bien… —dijo al fin, para llamar la atención de su amiga —Visto está que ya tomaste una decisión al respecto y nada de lo que yo diga te hará cambiar. Así que hagámonos un favor, y cambiemos el humor. Tal vez el resto de la noche no esté del todo perdida. Comete esa hamburguesa y veamos que hay en Netflix.



    Bev se quedó a dormir, por lo cual, se acostaron bastante tarde. Pero, a pesar de que ella había madrugado, seguía despierta largo rato después de escuchar los ronquidos de su amiga, que dormía a su lado. Mientras tanto, ella seguía mirando el techo. Ahora, ya más tranquila, después de haberse desahogado con Bev, de haber cenado y visto una peli, se sentía más capaz de analizar su situación sin desesperarse. Y después de darle vueltas al asunto, seguía pensando que su razonamiento era correcto. Will no iba a querer trabajar con ella, no tenía de que preocuparse, salvo de que su nombre siguiera titilando frente a él, cuando ella quería hacerse invisible. Pero eso sería lo de menos, lo más inofensivo. Iba a decir que no, quizás se quejaría de ella con Oliver y ahí acabaría todo. Todos podrían seguir con su vida…
    “¿De verdad? Puede que tú lo hagas Emma, aun cuando los remordimientos no te dejen en paz. ¿Pero qué hay de él?”
    El director había dicho que quería renunciar… ¿Renunciar a las clases nocturnas, o renunciar a la escuela? No le había quedado claro. No le gustaba pensar que Will fuera a quedarse sin trabajo. ¿Qué haría entonces? ¿En que ocuparía su tiempo? ¿Y si se deprimía, si se quedaba encerrado en su casa y todo empeoraba?
    “¿Y tú qué sabes? ¿Qué demonios sabes que hace con su tiempo, con quien vive o si tiene otras ocupaciones? ¿Qué te pasa Emma?”
    Se pasó las manos por la cara con fastidio, tratando de alejar la sensación… de que tal vez Will necesitaba su ayuda, de que a lo mejor podía mejorar o aliviar algo de la carga que llevaba, aunque fuera la del trabajo. No podía permitirse pensar así, no era bueno… Mejor trataba de dormir y no pensar en mañana. Total… mañana todo se solucionaría, y ya podría dejar de preocuparse por este tema.
    Rato después, dormía profundamente.


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    jajajajaa Qué teatrera es Victoria 😂😂😂
    Así que es ella la que le está robando! Y encima se lo gasta en el juego!!😱 Vaya familia!!

    Uuyyyyy, por poco no lo escuchó todo!!!
    Así que están esperando pillar las perras de un seguro 😬😈

    Emma se cree que va a ser todo tan fácil 😂 No se va a librar de ese trabajo.
     
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    Capítulo 41


    Esa noche no la pasó en su cuarto. Se fue directo al de Tommy y cerró la puerta con firmeza, poniéndole llave. Solo un poco más tarde, le avisaría a Victoria que no iba a cenar y que no deseaba ser molestado por el resto del día. Luego, simplemente se sentó en el sillón que estaba en una esquina del cuarto. Aquel, que habían comprado para que Maureen amamantara al niño con comodidad y que luego se había quedado allí. Ese, que usaban para sentarse junto a la cama cuando Tommy tenía fiebre. Ese, en el que él mismo se acomodaba con el niño sobre sus rodillas para leerle cuentos, hasta que se dormía entre sus brazos. Esos brazos que ahora miraba con lágrimas en los ojos. Brazos vacíos.
    Y allí se quedó, rodeado de juguetes, de fotos, de recuerdos. Se sentía incapaz de esperar el día de mañana en ninguna otra parte que no fuera allí.

    Un par de horas después, seguía sentado en ese sillón, a oscuras. Su mente divagaba, por momentos entre recuerdos felices, por momentos en los dolorosos de su triste realidad. No se resistía ni a una cosa ni a la otra. Solo lo dejaba fluir, demasiado cansado como para intentar sustraerse a todo eso.
    Hasta que el sonido del celular le hizo pegar un respingo. Lo ignoró hasta que dejó de sonar y dio un largo suspiro. No quería hablar con nadie, solo que lo dejaran tranquilo. Pero luego de unos segundos, el llamado volvió a repetirse.
    Muy a su pesar tuvo que encender la pequeña luz de la mesa de noche para ver donde había dejado tirada su mochila, y rebuscar dentro el aparato. La pantalla le mostró el número de Tom, y meneó la cabeza. Si no atendía, en pocos minutos iba a tenerlo en la casa, y no quería ser desagradecido, pero…
    “No esta noche…”
    —Hola. —atendió al fin.
    —Demonios, ya estaba preocupándome. ¿Porque no me atendías?
    —El… móvil estaba lejos. Estaba en el baño.
    —¿Tanto rato? Llevo más de veinte minutos llamándote, ya iba a ir hacia allá.
    “Lo sabía. Pero… ¿veinte minutos?”
    Frunció el ceño algo confuso. Solo había escuchado estas últimas llamadas.
    —Estaba en la ducha, Tom. ¿Vas a controlarme eso?
    Fue consciente del tono poco amable apenas lo dijo, y la respuesta de su amigo se lo confirmó.
    —No… claro que no —pareció sorprendido —. Perdona, solo me preocupe.
    —No tienes que preocuparte, estoy bien. Solo… algo cansado.
    Hubo un silencio y luego la voz de Tom, con tono comprensivo.
    —Ajá… y con pocas ganas de hablar.
    Sonrió con desgano. ¡Tom lo conocía tanto!
    —Si, algo así. Lo siento, no es mi mejor noche.
    —Lo imagino. Creí que quizás quisieras compañía. No necesitamos hablar, pero puedo quedarme en silencio y…
    —No —respondió enseguida, aunque esta vez con suavidad —No, Tom. Te lo agradezco, pero esta noche… prefiero estar solo. Voy a estar bien, de verás. Ya tomé un baño… y me voy a ir a la cama. Estoy muerto de cansancio, seguro me voy a dormir enseguida.
    —Claro… Es bueno que descanses.
    Así como Tom lo conocía, él conocía a Tom. Sus respuestas, sus tonos… Tom no le creía, pero no iba a discutir. Solo a aceptar su deseo.
    —Antes de dejarte ir a descansar… —continuó— ¿Qué vas a hacer mañana?
    Se quedó en silencio. Lo primero que le venía a la cabeza, era que deseaba no despertar mañana. Pero si decía algo como eso, en nada Tom iba a estar ahí y también Pedro, interpretando eso como que deseaba saltar por la ventana. Y todo lo que él quería sería poder dormir el día entero y despertar al siguiente, y que la fecha hubiera pasado…
    —¿Will?
    —Sí, si… Aquí estoy.
    Se le había ido la cabeza. No tenía idea de si Tom había dicho algo más.
    —Te decía… ¿Vas a… ir al cementerio?
    Cerró los ojos con fuerza… ¿Ir a “festejar” el cumpleaños de su hijo al cementerio? No, no quería eso ni de broma, pero…
    Dio un largo suspiro, antes de responder con sinceridad.
    —No lo sé… Sé que debería, que es lo correcto, pero… No sé.
    De pronto se sentía muy cansado, pero de verdad. Y ya no quería seguir hablando.
    —Oye Tom, no te ofendas, pero… Voy a cortar.
    —Entiendo… Solo, no te angusties. Si quieres ir mañana, puedo acompañarte. Si no quieres, estás en tu derecho. Nadie va a juzgarte por eso. Como sea… sabes que cuentas conmigo para lo que sea, ¿verdad?
    —Sí, lo sé… Gracias. Hasta mañana.
    —Hasta mañana, que descanses.
    Cortó la comunicación y arrojó el teléfono sobre la cama, para ir a pararse frente al ventana.
    “Nadie va a juzgarte”, había dicho Tom. Y no, claro que nadie iba a hacerlo, o en todo caso no le importaba si lo hicieran. El problema era, que él mismo lo haría. No ir, le causaba culpa.
    “Otra vez, la maldita palabra…”
    Ir… le producía un dolor casi físico. Había pensado en la palabra “festejar” hacía un momento, solo porque no se le ocurrió otra. ¿Pero que debía festejar? ¿Cómo se le llamaba a un acto como ese? ¿Qué nombre se le daba?
    “Vamos, profesor… Deberías saberlo, para eso estudiaste”
    Pero no la encontraba… Su mente parecía entumecida, o negada a pensar racionalmente sobre algo tan doloroso. Festejar… ¿Y que se suponía que le regalara a su hijo en esta circunstancia? ¿Flores?
    “A Tommy le gustaban las flores… igual que a su madre. Y las mariposas…”
    Ni siquiera hizo el ademán de secarse las lágrimas. ¿Para qué? Nadie lo veía, de nadie tenía que ocultar sus sentimientos. Flores para su niño… Es en lo último que hubiera pensado regalarle días atrás. Las flores son para las esposas, las novias… fechas especiales. Las flores no son regalos para niños.
    “A menos que el niño esté muerto…”
    Casi le faltó el aire ante el pensamiento, y sacudió la cabeza, tratando de alejar la imagen y pensar en otra cosa.
    “Vamos… piensa en otra cosa. En recuerdos alegres… Por ejemplo… ¿Cuál iba a ser el regalo de este año?”
    Dio resultado. Se quedó como congelado por un momento, con la mente completamente en blanco. Tenía la imagen de haber estado hablando de eso con Maureen, sentados en la cocina, desayunando, mientras Tommy aún dormía. Y de que habían tomado alguna decisión al respecto, algo de comprarlo cuando regresaran de las vacaciones, pero… ¿Qué era?
    Era increíble, pero no lograba recordarlo.
    —Maldita sea… —dijo en voz alta, mientras se masajeaba el entrecejo.
    Lo intentó durante un par de minutos, haciendo un verdadero esfuerzo y luego se dio por vencido.
    Se echó a la cama, de lado y con las manos entre las piernas. ¿Cómo podía no recordar eso? Era importante. ¡Era algo importante! ¿Eso le depararía el futuro? ¿Empezaría a olvidar cosas de su familia? ¿De su propio hijo? ¿Acabaría por perder recuerdos, detalles, momentos vividos?
    La angustia volvió a ganarlo y esta vez las tranquilas lágrimas que había derramado, se convirtieron en un sentido llanto. Para cuando logró calmarse, agotado ya, su mirada se fijó en el reloj con forma de lechuza que estaba sobre la mesilla. Pasaban cinco minutos de las doce... Sin querer, había transitado de un día a otro, en medio de tristeza y llanto. Como era de esperar, como correspondía.
    —Feliz cumpleaños, hijo… —murmuró de forma temblorosa —Donde quiera que estés. Te extraño…

    La luz lo despertó. No una luz fuerte, ni un rayo de sol en la cara. Solo la luminosidad del amanecer, entrando por la ventana abierta de par en par. Se había dormido así, vestido y hecho un ovillo, sin correr las cortinas al menos. Tenía frío, y al moverse le dolió cada hueso del cuerpo. Se sentó y por un momento miró en derredor, sin saber bien que hacer.
    Oliver le había dicho que podía tomarse el día, pero… ¿Cómo iba a pasarlo? Si apenas despertaba y ya se sentía angustiado otra vez…
    Sacudió la cabeza con fastidio. No era echándose a llorar otra vez, eso era seguro. Necesitaba moverse, hacer algo o iba a terminar dándose la cabeza contra la pared. Sabía que este día iba a ser difícil, pero no había imaginado que tanto. Si los días anteriores se había sentido tan inquieto, casi intolerante con la cercanía de la fecha, ¿qué iba a pasar hoy? Ya se sentía a punto de explotar y aún no se cruzaba con nadie.
    “Aún tienes que bajar, desayunar, ver a Ralph y Victoria…”
    Ese panorama fue suficiente para sacudir su inmovilidad. Se levantó, tomó sus cosas y dejó el cuarto rápidamente para ir a su propia habitación. Eran las seis y media. Si se daba prisa, podía bañarse y salir de la casa antes de que el resto despertara.
    Mientras estaba bajo el agua, enjabonándose vigorosamente, tomó una decisión, una decisión importante. Pensando en donde ir, en donde pasar el día si no iba al cementerio, decidió que el único lugar en que podría sustraerse un poco de todo esto, era la escuela. Si, el único sitio. Algo de trabajo, intentar no comportarse como idiota, aturdirse con las clases, poner su mejor disposición en eso. Ya bastante tenía cuando estaba a solas. Ya bastante triste era todo. Al menos debía intentarlo, intentar superar este día. Luego…
    “¿Luego qué? ¿Será más fácil? ¿El próximo año será más fácil? ¿O el otro? ¿O dentro de diez años?”
    Siempre habría fechas difíciles, se dio cuenta de eso. De aquí en más, cada fecha que en el pasado hubiera tenido un significado, un recuerdo feliz, iba a ser una fecha difícil.
    “Pero quizás esta sea la peor. Porque fue el momento más feliz de toda tu vida. Ningún otro se compara con ese. El día en que Tommy nació…”
    Ese increíble momento, cuando lo vio salir del cuerpo de su madre, cuando lo escuchó llorar por primera vez, cuando lo pusieron sobre su pecho y su mirada se cruzó con la de Maureen… Ese momento mágico, único e irrepetible. La felicidad suprema.
    Y ya estaba llorando de nuevo, y lo ganó el fastidio. No podía transitar de este modo el resto de su vida.
    Ahí fue cuando tomó la decisión. Se iba a la escuela, a trabajar. Y no solo eso… Iba a quedarse con el bendito curso nocturno, al menos por ahora. Se había quejado mucho de eso, lo había detestado, sí. Pero ahora se daba cuenta, que, si empezaba a contar con más tiempo libre, iba a ser peor. Intentaría llevarlo lo mejor posible, e insistiría con que Oliver le buscara esa ayuda que le había prometido. Eso tal vez le aligerara la carga y, quizás, con el tiempo, el trabajo volvería a ser una pasión y no una tabla a la que aferrarse para salvarse del naufragio.



    Oliver siempre llegaba temprano a la escuela. Solía ser el primero en entrar a la sala de profesores, en echar a andar la cafetera y hojear un rato el periódico que siempre llevaba bajo el brazo. Hasta que el resto de los profesores empezaba a llegar de a poco, y por un rato, la sala se llenaba de charlas, tazas que iban y venían, papeles que se ordenaban a último momento, para que luego cada quien fuera a su salón. A Oliver le gustaban esos momentos de camaradería, aun cuando a veces no fuera nada trascendente, salvo los saludos, un comentario sobre algún alumno o hasta sobre quien había jugado mejor en el partido de la noche anterior.
    El ser director no había cambiado sus hábitos. Seguía disfrutando de ese ratito y seguía llegando temprano a cumplir su rutina.
    Por eso, ese día, se sorprendió cuando al acercarse a la sala, cuya puerta estaba entreabierta, sintió el inconfundible aroma del café recién hecho. Y más aún, al entrar y encontrarse a Will, sentado a una de las mesas, ya con su taza humeante y la cabeza metida en una pila de papeles.
    —Buenos días, Will.
    El joven levantó la cabeza, algo sobresaltado y ensayo una sonrisa, que no logró disimular su aspecto de cansancio.
    —Buen día, Oliver.
    —¿Qué haces aquí tan temprano?
    —Oh… me desvelé un poco y para variar tenía trabajo atrasado, así que… —le respondió, señalando a los papeles desparramados sobre la mesa.
    —Pudiste tomarte el día, te lo dije.
    —Sí, pero no creí que fuera buena idea. Estoy mejor aquí que en la casa, de verdad.
    —De todas formas, deberías descansar un poco más. Nadie te corre, hombre.
    —No, pero tampoco puedo abusar, no me gusta. Si tomé un compromiso, es para cumplirlo, al menos en lo que pueda.
    —Con respecto a eso…
    —Tengo algo que decirle.
    La interrupción alarmó un poco al viejo director. ¿Qué tal si ahora se echaba atrás, y no quería saber nada más, ni siquiera con ayuda?
    —Dime, te escucho.
    —Bueno, realidad… Seguí su consejo. Digamos… —bajó la mirada por un segundo— que lo consulté con la almohada. Y decidí que tiene razón. Es mejor que me mantenga ocupado. Así que… seguiré con las clases nocturnas. Eso sí, necesitaré la ayuda que me prometió. Y que hasta que la encuentre, me tenga un poco de paciencia con el papeleo.
    Oliver sonrió, meneando la cabeza. Pensar que había creído que tendría que luchar contra la negativa de Will, y ahora… ¡todo parecía solucionado!
    —Querido muchacho…— dijo sin dejar de sonreír— no necesitaré ninguna paciencia, porque justamente ayer he encontrado a quien, creo, es la persona indicada.
    Will se lo quedó mirando un momento, con algo de sorpresa, y al fin también sonrió.
    —Bien… eso está muy bien. Es un alivio, a qué negarlo. Iba a poner mi mejor esfuerzo, pero contar con esa ayuda desde ahora, estará muy bien. Gracias, Oliver.
    —De nada, de nada. —le respondió, sentándose a su lado —Fue pura suerte, supongo. O eso de que repente, la persona indicada aparece en el momento indicado, justo cuando se la necesita. Te la presentaré esta noche, ¿te parece bien?
    —Sí, no hay problema.
    —Es una buena muchacha, ya verás. Y está ansiosa por trabajar.
    Oliver dudó un momento. ¿Debía decirle el nombre de la muchacha en cuestión? Se dijo que era lo correcto, debería advertirle quien era, dado que había tenido problemas con esa joven en el pasado. Pero… ¿y si no la aceptaba?
    “Con más razón, deberías hablar de ello ahora mismo y no dejar que se la encuentre frente a frente, sin aviso. Eso es lo correcto…”
    —¿Oliver?
    El hombre se sacudió un poco, y sonrió, algo incómodo.
    —Estaba distraído. ¿Sucede algo más?
    Will sonreía, parecía distendido… y él respondió sonriendo a su vez.
    —No, nada. Nos vemos más tarde, tengo asuntos que atender.
    Luego de lo cual, le palmeo el hombro y se alejó de allí, con la sensación de haber hecho algo malo. Pero le había conseguido ayuda, ¿verdad?
    “Concéntrate en eso. Y si llegan problemas, los enfrentaremos en el momento.”


    ***


    Janice estaciono el auto frente a la casa, pero no se bajó de inmediato. Busco en su bolso hasta encontrar los cigarrillos, se prendió uno y solo entonces dejó el vehículo. Iba a tomarse unos minutos allí fuera, hasta terminárselo. Así evitaría que el olor quedara flotando en la casa y, por ende, las quejas de Brian. A Brian no le gustaba que fumara. Pero al diablo, había tantas cosas que había tenido que corregir desde que estaba con él que, al fin y al cabo, esto era de lo más inocente y odiaba no poder hacerlo con libertad.
    “Pero ya te fumaste uno cuando acabaste con Ralph…”
    Eso la hizo sonreír. Fumar después del sexo, era una de las experiencias que más extrañaba. Ese momento único y de total relajación. Y si podías compartirlo con la pareja en cuestión, más aún. Pero el mocoso tampoco fumaba… Algo de su vida sana de deportista. Al menos no le molestaba que ella lo hiciera y con eso se conformaba. Sexo y cigarro… y algo de alcohol.
    “Solo te faltan drogas, Jani y ya estarías de regreso en tu vieja vida.”
    Eso le quitó la sonrisa. Ni a palos volvería a esa vida, ni de broma. Se dio la vuelta y echó una mirada a la fachada de la casa. La caída del sol le ponía un tinte anaranjado a sus paredes, ¡y se veía tan linda! Su hogar, su casa… Suya. Nadie iba a quitarle eso, nunca. Ni aunque todo saliera mal, ni en sus peores pesadillas. Todo lo Brian era suyo, o al menos la mitad. Había sido muy minuciosa con eso, no había sido tonta. Casamiento y nada de acuerdos pre nupciales. Ella no sería una mujer muy educada, pero no era estúpida. Eso no.
    Solo le quedaba un detalle. Uno solo para asegurarse tener su vida asegurada para siempre, y era el tema del hijo. Con eso, podía asegurarse una renta por el resto de sus días. Pero claro, eso solo en el peor de los casos. Y no creía que las cosas nunca llegaran a tanto. Brian podría ser un hombre de negocios exitoso, un tipo inteligente y maduro… pero comía de su mano. Solo tenía que llevárselo a la cama, y podía hacer con él lo que gustara. Pero tenía que ser cuidadosa. Que descubriera una infidelidad, sería una catástrofe. Allí sí, podría tener graves problemas. Allí sí, él podría tener una excusa para dejarla sin nada. A menos que… hubiera un hijo de por medio. Eso lo solucionaba todo y la dejaba a ella a cubierto.
    Mientras tanto, era sumamente cuidadosa. Los encuentros con Ralph eran en lugares apartados, nada lujoso, ni que llamara la atención. Ella pagaba, pero en efectivo, nada de que sus tarjetas quedaran registradas y eso saltara ante los ojos de su esposo. Y en el club… bueno, allí se comportaban como lo que debían ser. Profesor y alumna, un vínculo amistoso solo en ese ámbito, para no levantar sospechas. ¡Si hasta se esmeraba en las clases! Y había mejorado mucho, Ralph se lo decía todo el tiempo y ella sabía que era en serio.
    Solían verse por las mañanas, o a lo sumo después del almuerzo. Horarios en los que Brian estaba ocupado y no notaba su ausencia o si se demoraba más de la cuenta. Hoy había sido una excepción. Se habían quedado en el motel por más tiempo, hasta habían tomado una pequeña siesta, luego de lo cual habían tenido otra linda sesión de ardiente sexo. ¡Y es que el chico era tan potente! Parecía incansable y la llevaba hasta límites que hacía tiempo no gozaba. Brian era un amante dedicado y delicado, muy bueno en la cama, eso nadie lo negaba. Pero Ralph tenía el fuego de la juventud, y algo de salvaje. Y a pesar de estar bien casada y que ahora era una señora de sociedad (o eso intentaba), en el fondo ella seguía siendo una chica simple, a la que le gustaba que la follaran con fuerza y sin demasiados miramientos. Necesitaba un poco de ese fuego, lo extrañaba. Y Rafaelito se lo daba.
    “Rafaelito…”, sonrió divertida “Se pone como loco cuando lo llamo así. Dice que es como su madre lo llama. No le gusta nada. Vaya bruja que debe ser la señora…”
    En fin, que hoy se había tomado más tiempo, porque Brian no volvería a casa hasta muy entrada la noche. Tenía una cena con un potencial socio para un nuevo negocio… o algo así. No le había prestado demasiada atención, salvo al hecho de que tenía vía libre para volver a casa sin apuros. Tenía tiempo disponible, y vaya que había hecho buen uso de ese tiempo.
    Le dio una última y profunda pitada al cigarrillo y luego lo hecho al suelo, aplastándolo con la punta de su bota.
    Tomó el bolso, le puso la alarma al auto y se fue hacía la casa, canturreando por lo bajo. Iba a darse un buen baño de inmersión, con sales, velas y todo, y luego comería algo en la cama. Y a dormir. Estaba desecha, pero no se quejaba, claro que no.
    Entró cantando y riendo de sus pensamientos, a la sala estaba en penumbras. Echó el bolso sobre el sillón y encendió una de las lámparas. Al darse la vuelta, pegó un salto y no pudo evitar un grito.
    Brian estaba sentado en uno de los sillones y la miraba fijamente.
    —Buenas noches, Janice. Al fin regresas…

    —————————————

    Chan! Parece que Janice metió la pata. Como se sale de esta?

    Por otra parte, Will aceptó la ayuda para su trabajo. Claro, que no sabe de quien se trata. La aceptará o todo volverá hacia atrás?

    Veremos, veremos... A ver si no me tardo tanto para el próximo capítulo. Gracias por leer!
     
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    mfr_omg Y AHORA??!!! A ver que le va a decir, porqué el marido tonto no es! Se le acabará el chollo a Janice?! jajajaa


    La que se viene! Will no se lo va a poder creer cuándo vea a Emma XD
     
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    Capítulo 42


    Hubo un silencio, no demasiado prolongado. Tal vez unos pocos segundos, que no le alcanzaron a Janice para reponerse del todo de la sorpresa, así que la frase escapó de su boca.
    —¿Qué haces aquí tan temprano?
    —Vaya… ¿Deduzco que no te gusta que haya regresado antes de lo previsto?
    —¡Qué tontería! —ensayó una risita despreocupada —Solo me sorprendiste. Se suponía que no llegaras hasta más tarde. ¿Qué pasó con la cena?
    Brian no le respondió de inmediato. Se la quedó mirando en silencio, por unos segundos, con gesto serio. Luego, pareció relajarse y correspondió a su sonrisa.
    —Suspendida. Mi futuro socio tuvo una indisposición, intoxicación… o algo de eso. Se quedó en el hotel, y lo reprogramamos.
    El hombre se levantó del sillón, avanzó hacia ella y la besó suavemente. Janice estaba tan tensa que apenas si correspondió al beso, aunque intentó recomponerse lo suficiente para sonreír un poco.
    —Bien… Entonces vamos a cenar juntos. Veré que pueden preparar… o si me pongo a cocinar.
    Se escabulló como pudo, tratando de no ir demasiado aprisa hacia la cocina, de que no se notara que huía de la situación. Necesitaba un par de minutos a solas, para rearmarse y recobrar la calma. O por lo menos un par de minutos lejos de la mirada inquisidora de Brian.
    ¿Inquisidora? ¿Había sido para tanto, o es que se sentía en falta y por eso lo magnificaba? Como fuera, tenía que recobrar el aplomo y no mostrar un comportamiento que la delatara.
    Mientras maldecía su mala suerte, instruyó a la cocinera para la cena y luego subió a cambiarse de ropa. Brian seguía en la planta baja y agradeció eso. Se deshizo de la ropa, no sin antes revisarla, aunque sin saber bien que buscaba, antes de lanzarla al canasto. Y se metió al baño, a mirarse en el enorme espejo que tenían allí. Solo con su ropa interior, se miró de frente y luego de atrás, buscando alguna señal de su apasionada tarde. Pero su cuerpo parecía el de siempre. Ninguna huella, nada. Volvió a mirarse, frunciendo el ceño. ¿De verdad, era para tanto? Tenía que aprender a tomarse esto con más calma, o acabaría delatándose. Pero le había costado manejarse con naturalidad y eso le preocupaba.
    “¿Estás perdiendo el toque?… Antes no te costaba tanto mentir.”, se dijo, y al instante se respondió que era lógico. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Al menos mucho tiempo de no tener relaciones con más de una persona. Desde que se había casado con Brian, nunca le había sido infiel. Estaba demasiado satisfecha con su vida, como para arriesgarlo todo por echarse un polvo con alguien más.
    “¿Y ahora? ¿Qué ha cambiado?”
    Dando un largo suspiro, fue por ropa más cómoda.


    En la planta baja, Brian se había quitado la chaqueta, aflojado la corbata y servido una copa. Mientras caminaba por la sala, con el vaso en la mano, también pensaba.
    Janice se comportaba extraña, o al menos eso le había parecido. Sorprendida, sí. ¿Asustada? Mmmm… tal vez no tanto. Pero, ¿por qué habría de estarlo?, se preguntaba. Intento que la respuesta no llegara a su cabeza tan pronto, pero no pudo evitarlo.
    “Parecía como si la hubiese pescado haciendo algo malo…”
    Aunque quizás estaba exagerando. Tal vez se sintió culpable por no estar en casa temprano. Tal vez se había quedado perdiendo el tiempo por allí, sin avisar y…
    “¿Y qué? Si fuera así, ¿cuál sería el problema?”
    Pero no era solo eso. Había parecido incómoda ante su presencia y también cuando la había besado. Janice, que siempre parecía ansiosa de saltar sobre él, de tocarlo, de incitarlo… casi había huido. No era estúpido, lo había notado. Algo sucedía.
    Sin embargo, para cuando Janice apareció de nuevo, parecía la de siempre. Se acurrucó a su lado en el sillón por un rato, le conto una especie de chisme del club, rieron juntos, y finalmente fueron a la mesa.
    Solo que una vez allí, mientras cenaban, Brian noto silencios, que antes no se producían. O si había sucedido antes, nunca se había percatado de ello. Se preguntaba porque ahora si lo hacía. Porque esos silencios, se sentían extraños… nuevos. Inquietantes.




    Hablando de silencios incómodos, ahora mismo había algo de eso, en el salón de clases de la Dover High School, donde frente a frente, Will y Emma se miraban, mientras Oliver intentaba sonreír y parecer relajado. Hasta que Will desvió la mirada de la muchacha, para enfrentar al director.
    —¿Es broma?
    “Demonios…”, se dijo el hombre, algo desilusionado.
    Había esperado que enfrentarlos así, sin advertirle a Will quien era su futura asistente, fuera suficiente para que se controlara y lo aceptara sin poner reparos. O al menos que no los pondría frente a la muchacha, aunque luego lo hiciera a solas.
    —¿Es broma, Oliver?
    —Le dije que esto no era buena idea…
    Ahora los dos se volvieron hacia Emma, que lejos de parecer contrariada, se veía tranquila y casi… ¿aliviada?
    —Will, por favor… —empezó Oliver.
    —Perdón, perdón… —lo interrumpió —Disculpe Watson, esto no es contra usted, no es nada personal, pero… ¿Oliver, podemos hablar a solas un momento?
    El director sonrió de forma forzada ante Emma, pero esta solo correspondió con gesto comprensivo.
    —Los dejo solos.
    —Gracias Emma, espérame fuera un momento, por favor.
    La joven se fue tan rápidamente, que casi pareció esfumarse del salón. Y entonces, Will volvió a la carga.
    —Oliver, en nombre de Dios… ¿Cómo se le ocurre? —dijo con énfasis, para luego dejarse caer en la silla con un suspiro —¿Watson? ¿En serio, después de todo lo que le he contado?
    Pero el director no se dejó arredrar por sus palabras. Buscando la calma que le daban sus años y su experiencia, se sentó a medias en una punta del escritorio y volvió a sonreír.
    —¿Quieres calmarte y escucharme por un momento? —y ante el silencio, que tomo como un sí, continuó —Justamente por todo lo que me has contado, creo que ella es la persona indicada. Y antes de que empieces a negarte otra vez, escucha mi razonamiento. Si luego sigues pensando igual… lo haremos a tu modo, ¿sí?
    Will lo miró un momento y luego de un suspiro resignado, asintió con la cabeza.
    —Recuerdo muy bien, lo amargamente que te quejaste de tu comportamiento hacia esa joven. Creo que dijiste que habías sido injusto, que ella pagaba los platos rotos de tus nervios, tu cansancio, etcétera, etcétera… Primer punto, entonces: sería una buena forma de enmendar eso. Tú te sentirás mejor, ella se sentirá mejor. Será bueno para los dos. Segundo: Estás tapado de trabajo, de lo que también te quejas. De verdad necesitas un asistente. Por otro lado, Emma necesita el trabajo. Hace mucho que busca empleo y no lo consigue y está bastante angustiada con eso. Por tanto, otra vez… sería beneficioso para ambos. Tercero: La chica no tiene experiencia…
    —¿Qué?
    No pudo evitar interrumpir y poner cara de incredulidad, pero Oliver volvió a levantar la mano para hacerlo callar.
    —Sí, no tiene experiencia alguna. Por eso… no consigue empleo. Y tiene que pagar una renta, comer… En fin, esas cosas fundamentales para la supervivencia. En contrapartida a lo que esa inexperiencia podría implicar… es un diamante en bruto, por decirlo de alguna forma. Viene sin “vicios”, puedes moldearla a tu manera, acostumbrarla a tu forma de trabajo. Y que sea inexperta, no significa que sea tonta, Will. Es una chica inteligente, con ganas de aprender, voluntariosa… que solo necesita una oportunidad. En fin, a mi manera de ver, esto es conveniente para ambos. Se ayudarán uno al otro.
    A medida que hablaba, el gesto de crispación de Will pareció aflojarse un poco, y eso le pareció buena señal. Así que, ya más confiado, siguió insistiendo en las “bondades” de tener a Emma como asistente, y hasta se ofreció a ayudar a capacitarla o hacerlo él mismo, si era necesario.
    —Estoy seguro de que saldrá bien, Will —finalizo —Y al fin, nada pierdes con probar. Si no resulta… buscaremos otra persona. Pero dale una oportunidad.


    Fuera del salón y apoyada contra la pared, Emma lanzó un suspiro de alivio y sonrió. Por un momento, se había sentido casi aterrada ante la posibilidad de que Will dijera que sí, que no había problema con ella, que la aceptaba como asistente. Pero al fin, todo había resultado como esperaba. Él se había quedado sin palabras por un momento, sorprendido, pero luego había reaccionado como era de esperarse. No quería verla ni en figuritas, y si bien debía soportarla en el aula como alumna, no tenía por qué hacerlo como colaboradora. Ni, aunque fuera para complacer al señor Paige. Ese había sido su único temor, su única duda. Que la aceptara, solo para quedar bien con el director. Pero estaba visto que Will no era de esos, tenía su carácter (¡si lo sabría ella!) y no se dejaba convencer por nadie.
    “Menudo susto me di…”, pensó meneando la cabeza.
    Y es que cuando el director le pidió que se quedara una vez finalizara la clase y la enfrentó con el profesor, sin casi mediar explicación, tuvo un acceso de pánico. Simplemente la tomó del brazo, la hizo entrar nuevamente y la puso frente a William, presentándola como su nueva asistente. Ni sabía de donde había sacado fuerzas para sostenerle la mirada y no salir huyendo… otra vez. Por suerte, todo había acabado pronto, antes de que ella se pusiera en evidencia.
    En fin, que solo quedaba esperar que el viejo director saliera, seguro se disculparía con ella, que pondría una fingida cara de pena, y allí acabaría todo. Otra vez a buscar empleo… pero algo que no pusiera en peligro su salud mental.
    Se puso a enviarle mensajes a Bev, solo para pasar el rato, asegurándole que todo había resultado bien, y que la llamaría al volver a casa. Y entonces la puerta se abrió, y ella sonrió para sus adentros, preparándose para las disculpas, etcétera, etcétera…
    Pero la aparente calma del director, su gesto satisfecho, no era lo que esperaba y eso la descolocó un poco. Mucho menos, estaba preparada para que sonriera ampliamente… y para lo que vino luego.
    —Bien Emma, ya todo está solucionado. Felicidades, tienes empleo.
    ¡Paf! Fue como un baldazo de agua fría en su cabeza. ¿Qué había sucedido?
    —Pero… pero… —tartamudeó un poco —Él dijo que no…
    —Tonterías —le interrumpió —Dudas, esas cosas. Ya está solucionado, como dije. Harán la prueba por unos días, y si resulta… el empleo es tuyo. Ahora, ve adentro, el profesor Ross te está esperando.
    Antes de que pudiera reaccionar, el hombre abrió la puerta… y la empujó suavemente dentro del salón.
    Will estaba sentado a su escritorio, con las manos cruzadas sobre el pecho y la cabeza gacha. Parecía ensimismado en sus pensamientos, y ella lo miró durante unos segundos, sin delatar su presencia. ¿Qué se suponía que hiciera ahora? ¡¿Qué demonios iba a hacer?!
    Antes de que pudiera responderse o tan siquiera pensar en algo, Will levanto la cabeza, y al verla, la invito a acercarse con un gesto, indicándole que se sentara. Él mismo se levantó y fue a sentarse en un banco contiguo al suyo.
    Hubo un nuevo silencio, una mirada cruzada que Emma se esforzó en sostener sin flaquear, hasta que Will suspiró y empezó a hablar.
    —Lamento lo que sucedió antes, si me comporte algo brusco. Es que… me sorprendió.
    La joven solo asintió con la cabeza, sin decir nada.
    —Oliver tiene la loca idea… de que nos necesitamos mutuamente. Idea que yo no compartía para nada, pero… —se interrumpió como dudando— Me hizo ver que quizás podamos… ayudarnos, por decirlo de algún modo. Y el caso es que yo necesito ayuda. Estoy completamente desbordado con el trabajo administrativo y… Bien, parece que usted también lo necesita, o eso al menos ha dicho el director. ¿Es así?
    Emma demoró un momento, antes de asentir con la cabeza de nuevo, porque… ¿Qué otra cosa podía hacer?
    Will frunció el ceño y lanzó un suspiro exasperado.
    —Señorita Watson… Pongamos algo en claro ahora, antes de continuar. Si vamos a tener una relación laboral, debemos poder comunicarnos. Y eso será bastante difícil, si usted solo lo hace por señas o con monosílabos. ¿Comprende?
    Claro que comprendía. ¡Pero era tan difícil actuar con naturalidad! De todas formas, se dijo que debería hacer un esfuerzo o esto acabaría en desastre.
    —Si, comprendo. Le pido disculpas. —fue todo lo que atinó a decir.
    —No es para que se disculpe. Solo quiero ser claro y que seamos sinceros el uno con el otro. Sé que… hemos empezado con el pie izquierdo, y me hago cargo de que, en gran parte, es mi culpa. He reaccionado de manera desmedida ante alguna de sus… dificultades. No es nada personal, Watson, es solo que estoy pasando por un momento de mi vida…
    Se detuvo, como si hubiera dicho demasiado. Bajó la mirada y volvió a menear la cabeza. Luego se recompuso, y volvió a verla a los ojos y sonrió otra vez.
    “Tiene bonita sonrisa…”
    —Pero creo que ya me disculpé por eso, y usted aceptó esas disculpas. ¿Estamos bien con eso?
    —Si, perfectamente.
    —Entonces, voy a pedirle por favor, que deje de mirarme con terror cada vez que le hablo. Porque será muy complicado trabajar así. No voy a comérmela, no voy a maltratarla otra vez, lo prometo. Por favor… relájese.
    Más tarde, cuando pudo recordar ese momento tranquilamente, se dijo que no debió mirarlo a los ojos. Tal vez, si no hubiera mirado directamente a esas profundidades de color marrón, hubiera podido sustraerse a la rara sensación que sus palabras le causaron. “Relájese”, había dicho, y en ese momento, por primera vez en meses… sintió una infinita paz.
    Solo atinó a sonreír, supuso que era la primera vez que le sonreía a Will, y lo hizo de verdad. No por compromiso, no para que dejara de pensar que era una estúpida miedosa, sino porque realmente, se sentía aliviada. Era una tontería, pero se sentía aliviada. De pronto, todos sus miedos, parecieron retroceder.
    —Eso está mejor…— continuó él — Bien. Esto no ha sido fácil para ninguno de los dos, pero… haremos la prueba. ¿De acuerdo?
    —De acuerdo —logró articular, sin dejar de sonreír —Gracias, profesor Ross.
    —No me agradezca nada, hasta que veamos si realmente podemos trabajar juntos. Venga, vamos a mi escritorio y veamos si podemos empezar con algo. ¿Tiene problema en llevarse algo de trabajo a casa?
    —No, no. Ningún problema. —dijo, mientras lo seguía.
    Durante un rato, Will estuvo mostrándole planillas y dándole algunas explicaciones. Y, aunque al principio se sintió algo mareada, descubrió que, si solo se atenía a escuchar su voz, y mantenía la vista fija en los papeles… no era tan difícil. Lo que no debía hacer, era mirarlo directamente a la cara. No cuando tenía que prestar atención y aprender. Porque si lo miraba a los ojos…


    Rato después, caminaba rumbo a su automóvil, cargando una carpeta y con una enorme sonrisa en el rostro. Se metió al auto, echó el bolso y los papeles al asiento del acompañante y se quedó viéndolo un momento antes de poner rumbo a casa. Esto había acabado de una forma muy diferente a la que había imaginado unas horas antes, pero se sentía satisfecha. Se llevaba trabajo a casa, lo que la mantendría ocupada una parte de la noche y, además, ya tenía un empleo. ¿Qué era temporal, que estaba a prueba? Si, era verdad. Pero iba a hacer todo lo posible para que esto funcionara, así tuviera que dejarse el pellejo en el intento.
    Claro que lo haría. Trabajaría la noche entera para él, si era necesario. Iba a dar lo mejor de sí, a esforzarse como nunca. Porque esto la aliviaba, oh si, la aliviaba profundamente. Podía ayudar a Will en algo, aunque solo fuera en algo pequeño, pero podía aligerar su carga. Y ella se lo debía, estaba en deuda con él. No es que esto fuera a pagar esa deuda, eso lo tenía claro. Pero al menos, aliviaba su culpa.
    “¿Es solo eso?”
    La pregunta vino a su cabeza, y la descoloco por un momento. ¿Era solo eso? Se tomó unos minutos para pensarlo y luego meneó la cabeza. No estaba segura, nada segura de que no fuera algo más. Pero no podía precisar que era, y se dijo que nada ganaba con darle vueltas al asunto. Lo único claro en todo esto, es que era la asistente de Will, que, si se lo proponía, estaba segura de poder ayudarlo. Y si, además, lograba que él la mirara con algo de aprecio, se sentiría más que afortunada.



    —¡¿Estás chiflada?!
    El grito de Bev le hizo doler los oídos, pero no la sorprendió. No era la primera vez que le decía esas palabras, y era exactamente la reacción que esperaba de su amiga.
    —Sí, estoy chiflada, Bev. Eso no es novedad —respondió tranquilamente —. Pero me siento muy bien, muy tranquila y contenta. Por favor, no estropees mi noche.
    —Yo no estropeo tu noche. ¡Tú estás estropeando tu vida, maldita sea!
    —No exageres…
    —¡¿Yo exagero?!
    Lanzó un suspiro exasperado, empezando a perder la paciencia. Y no quería eso, no esta noche.
    —Bev… de verdad. No quiero discutir. Solo quería compartir las buenas noticias contigo, porque si… son buenas noticias. Al menos para mí. Si quieres, lo hablamos mañana, mas tranquilamente. Ahora… voy a comer algo y a ponerme a trabajar. Tengo mucho que aprender.
    —Lo imagino…
    Hubo un silencio algo incómodo, hasta que Bev habló nuevamente.
    —Está bien. Mejor lo dejamos para mañana. La cagada ya está hecha, no hay modo. Descansa. O trabaja, o… lo que sea. Hasta mañana, monita.
    La comunicación se cortó, y Emma dejo a un lado el móvil, con un nuevo suspiro. Bev no estaba de acuerdo con lo que hacía, y no lo estaría nunca. Pero tendría que respetar su decisión, tendría que entender. Eso hacen los amigos, ¿no? Aceptarnos, aunque no compartan nuestras ideas del todo.
    “Y yo necesito que me acompañe en esto, porque por muy entusiasmada que esté… no va a ser fácil.”, se dijo con algo de melancolía.
    Pero solo se permitió sentir eso por unos segundos. Luego sacudió la cabeza, para alejar la sensación, y se fue directo a la nevera, a ver que podía cenar. Algo para darse fuerzas, y luego a trabajar.



    Will no se fue a casa. Estuvo un largo rato en salón, sentado a solas, pensando. Pensando en si hacía lo correcto al aceptar a la chica Watson, si no se estaba comprando un problema más. Y tuvo que aceptar que tal vez no fuera tan mala idea. Si esto funcionaba, además de aligerarse el trabajo, se sacaría la espina que tenía con esa muchacha. Una espina que no tenía muy en claro de dónde venía, pero que era una molestia. Y no le agradaba tener inconvenientes con sus alumnos. En medio de todo lo que le sucedía, lo que menos necesitaba, era eso. Al contrario, el trabajo debía seguir siendo su remanso, su refugio. Tan solo eso le quedaba…
    Le echó una mirada a su reloj y vio que casi eran las once de la noche. Ya no quedaba mucho de este fatídico día que, al fin, había logrado sortear con bastante calma. Durante la noche anterior, había temido que no iba a lograrlo. Pero como siempre, el trabajo había ayudado. Seguía siendo su tabla de salvación. Dio un suspiro y miró hacia la ventana. Aún quedaba una hora y luego ya estaba. Tendría por delante un largo año hasta pensar nuevamente en…
    “¿En qué? ¿En tu hijo? Como si solo fueras a recordarlo el día de su cumpleaños. Como si fuera el único instante en que sentirás su ausencia…”
    Claro que no. Siempre recordaría, siempre los recordaría. Cada día especial, cada fecha importante… o tal vez solo cada vez que una tontería cualquiera los trajera a su mente. Y tenía que aprender a vivir con eso.
    “Pero esta noche… es la primera. Ya queda poco, solo que… no quiero ir a casa”
    Obedeciendo a un impulso, puso un mensaje en el chat que compartía con sus amigos. ¿Alguien estaba libre para ir a tomarse una copa?
    Segundos después llegó la respuesta de Pedro. Estaba de guardia en el hospital, así que no se podía contar con él. Pero Tom estaba libre, por suerte. Se ofreció a pasar por él por la escuela, y Will agradeció el gesto.
    Un rato después estaba en las escalinatas, esperando por su amigo. La noche estaba fresca y se subió el cuello de la campera que llevaba puesta. Había una leve brisa y brillaba la luna. Una hermosa noche… que ya casi acababa.
    A lo lejos vio venir el auto de Tom, haciendo luces. Antes de bajar las escaleras, echó una última mirada al cielo.
    “Feliz cumpleaños Tommy…”
    Luego bajo a los saltos y corrió al encuentro de su amigo.


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    QUOTE (SiDi30 @ 12/9/2019, 16:03) 
    Desde que se había casado con Brian, nunca le había sido infiel. Estaba demasiado satisfecha con su vida, como para arriesgarlo todo por echarse un polvo con alguien más.
    “¿Y ahora? ¿Qué ha cambiado?”

    Qué ha cambiado? Pues que le movió el piso, no pudo resistirse a ese monumento de hombre! heart_eyes Yo estoy pensando en algo desde hace varios capis pero no voy a decir nada más jajaa veremos por dónde va la cosa XD


    Al final van a trabajar juntos ^_^ A ver que tal les va. Ya Emma está sintiendo cositas. in_love Qué no le mire mucho, mejor jajaja

    Edited by isaaa! - 8/11/2019, 18:39
     
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