LA DEUDA

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  1. SiDi30
     
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    Capítulo 42


    Hubo un silencio, no demasiado prolongado. Tal vez unos pocos segundos, que no le alcanzaron a Janice para reponerse del todo de la sorpresa, así que la frase escapó de su boca.
    —¿Qué haces aquí tan temprano?
    —Vaya… ¿Deduzco que no te gusta que haya regresado antes de lo previsto?
    —¡Qué tontería! —ensayó una risita despreocupada —Solo me sorprendiste. Se suponía que no llegaras hasta más tarde. ¿Qué pasó con la cena?
    Brian no le respondió de inmediato. Se la quedó mirando en silencio, por unos segundos, con gesto serio. Luego, pareció relajarse y correspondió a su sonrisa.
    —Suspendida. Mi futuro socio tuvo una indisposición, intoxicación… o algo de eso. Se quedó en el hotel, y lo reprogramamos.
    El hombre se levantó del sillón, avanzó hacia ella y la besó suavemente. Janice estaba tan tensa que apenas si correspondió al beso, aunque intentó recomponerse lo suficiente para sonreír un poco.
    —Bien… Entonces vamos a cenar juntos. Veré que pueden preparar… o si me pongo a cocinar.
    Se escabulló como pudo, tratando de no ir demasiado aprisa hacia la cocina, de que no se notara que huía de la situación. Necesitaba un par de minutos a solas, para rearmarse y recobrar la calma. O por lo menos un par de minutos lejos de la mirada inquisidora de Brian.
    ¿Inquisidora? ¿Había sido para tanto, o es que se sentía en falta y por eso lo magnificaba? Como fuera, tenía que recobrar el aplomo y no mostrar un comportamiento que la delatara.
    Mientras maldecía su mala suerte, instruyó a la cocinera para la cena y luego subió a cambiarse de ropa. Brian seguía en la planta baja y agradeció eso. Se deshizo de la ropa, no sin antes revisarla, aunque sin saber bien que buscaba, antes de lanzarla al canasto. Y se metió al baño, a mirarse en el enorme espejo que tenían allí. Solo con su ropa interior, se miró de frente y luego de atrás, buscando alguna señal de su apasionada tarde. Pero su cuerpo parecía el de siempre. Ninguna huella, nada. Volvió a mirarse, frunciendo el ceño. ¿De verdad, era para tanto? Tenía que aprender a tomarse esto con más calma, o acabaría delatándose. Pero le había costado manejarse con naturalidad y eso le preocupaba.
    “¿Estás perdiendo el toque?… Antes no te costaba tanto mentir.”, se dijo, y al instante se respondió que era lógico. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Al menos mucho tiempo de no tener relaciones con más de una persona. Desde que se había casado con Brian, nunca le había sido infiel. Estaba demasiado satisfecha con su vida, como para arriesgarlo todo por echarse un polvo con alguien más.
    “¿Y ahora? ¿Qué ha cambiado?”
    Dando un largo suspiro, fue por ropa más cómoda.


    En la planta baja, Brian se había quitado la chaqueta, aflojado la corbata y servido una copa. Mientras caminaba por la sala, con el vaso en la mano, también pensaba.
    Janice se comportaba extraña, o al menos eso le había parecido. Sorprendida, sí. ¿Asustada? Mmmm… tal vez no tanto. Pero, ¿por qué habría de estarlo?, se preguntaba. Intento que la respuesta no llegara a su cabeza tan pronto, pero no pudo evitarlo.
    “Parecía como si la hubiese pescado haciendo algo malo…”
    Aunque quizás estaba exagerando. Tal vez se sintió culpable por no estar en casa temprano. Tal vez se había quedado perdiendo el tiempo por allí, sin avisar y…
    “¿Y qué? Si fuera así, ¿cuál sería el problema?”
    Pero no era solo eso. Había parecido incómoda ante su presencia y también cuando la había besado. Janice, que siempre parecía ansiosa de saltar sobre él, de tocarlo, de incitarlo… casi había huido. No era estúpido, lo había notado. Algo sucedía.
    Sin embargo, para cuando Janice apareció de nuevo, parecía la de siempre. Se acurrucó a su lado en el sillón por un rato, le conto una especie de chisme del club, rieron juntos, y finalmente fueron a la mesa.
    Solo que una vez allí, mientras cenaban, Brian noto silencios, que antes no se producían. O si había sucedido antes, nunca se había percatado de ello. Se preguntaba porque ahora si lo hacía. Porque esos silencios, se sentían extraños… nuevos. Inquietantes.




    Hablando de silencios incómodos, ahora mismo había algo de eso, en el salón de clases de la Dover High School, donde frente a frente, Will y Emma se miraban, mientras Oliver intentaba sonreír y parecer relajado. Hasta que Will desvió la mirada de la muchacha, para enfrentar al director.
    —¿Es broma?
    “Demonios…”, se dijo el hombre, algo desilusionado.
    Había esperado que enfrentarlos así, sin advertirle a Will quien era su futura asistente, fuera suficiente para que se controlara y lo aceptara sin poner reparos. O al menos que no los pondría frente a la muchacha, aunque luego lo hiciera a solas.
    —¿Es broma, Oliver?
    —Le dije que esto no era buena idea…
    Ahora los dos se volvieron hacia Emma, que lejos de parecer contrariada, se veía tranquila y casi… ¿aliviada?
    —Will, por favor… —empezó Oliver.
    —Perdón, perdón… —lo interrumpió —Disculpe Watson, esto no es contra usted, no es nada personal, pero… ¿Oliver, podemos hablar a solas un momento?
    El director sonrió de forma forzada ante Emma, pero esta solo correspondió con gesto comprensivo.
    —Los dejo solos.
    —Gracias Emma, espérame fuera un momento, por favor.
    La joven se fue tan rápidamente, que casi pareció esfumarse del salón. Y entonces, Will volvió a la carga.
    —Oliver, en nombre de Dios… ¿Cómo se le ocurre? —dijo con énfasis, para luego dejarse caer en la silla con un suspiro —¿Watson? ¿En serio, después de todo lo que le he contado?
    Pero el director no se dejó arredrar por sus palabras. Buscando la calma que le daban sus años y su experiencia, se sentó a medias en una punta del escritorio y volvió a sonreír.
    —¿Quieres calmarte y escucharme por un momento? —y ante el silencio, que tomo como un sí, continuó —Justamente por todo lo que me has contado, creo que ella es la persona indicada. Y antes de que empieces a negarte otra vez, escucha mi razonamiento. Si luego sigues pensando igual… lo haremos a tu modo, ¿sí?
    Will lo miró un momento y luego de un suspiro resignado, asintió con la cabeza.
    —Recuerdo muy bien, lo amargamente que te quejaste de tu comportamiento hacia esa joven. Creo que dijiste que habías sido injusto, que ella pagaba los platos rotos de tus nervios, tu cansancio, etcétera, etcétera… Primer punto, entonces: sería una buena forma de enmendar eso. Tú te sentirás mejor, ella se sentirá mejor. Será bueno para los dos. Segundo: Estás tapado de trabajo, de lo que también te quejas. De verdad necesitas un asistente. Por otro lado, Emma necesita el trabajo. Hace mucho que busca empleo y no lo consigue y está bastante angustiada con eso. Por tanto, otra vez… sería beneficioso para ambos. Tercero: La chica no tiene experiencia…
    —¿Qué?
    No pudo evitar interrumpir y poner cara de incredulidad, pero Oliver volvió a levantar la mano para hacerlo callar.
    —Sí, no tiene experiencia alguna. Por eso… no consigue empleo. Y tiene que pagar una renta, comer… En fin, esas cosas fundamentales para la supervivencia. En contrapartida a lo que esa inexperiencia podría implicar… es un diamante en bruto, por decirlo de alguna forma. Viene sin “vicios”, puedes moldearla a tu manera, acostumbrarla a tu forma de trabajo. Y que sea inexperta, no significa que sea tonta, Will. Es una chica inteligente, con ganas de aprender, voluntariosa… que solo necesita una oportunidad. En fin, a mi manera de ver, esto es conveniente para ambos. Se ayudarán uno al otro.
    A medida que hablaba, el gesto de crispación de Will pareció aflojarse un poco, y eso le pareció buena señal. Así que, ya más confiado, siguió insistiendo en las “bondades” de tener a Emma como asistente, y hasta se ofreció a ayudar a capacitarla o hacerlo él mismo, si era necesario.
    —Estoy seguro de que saldrá bien, Will —finalizo —Y al fin, nada pierdes con probar. Si no resulta… buscaremos otra persona. Pero dale una oportunidad.


    Fuera del salón y apoyada contra la pared, Emma lanzó un suspiro de alivio y sonrió. Por un momento, se había sentido casi aterrada ante la posibilidad de que Will dijera que sí, que no había problema con ella, que la aceptaba como asistente. Pero al fin, todo había resultado como esperaba. Él se había quedado sin palabras por un momento, sorprendido, pero luego había reaccionado como era de esperarse. No quería verla ni en figuritas, y si bien debía soportarla en el aula como alumna, no tenía por qué hacerlo como colaboradora. Ni, aunque fuera para complacer al señor Paige. Ese había sido su único temor, su única duda. Que la aceptara, solo para quedar bien con el director. Pero estaba visto que Will no era de esos, tenía su carácter (¡si lo sabría ella!) y no se dejaba convencer por nadie.
    “Menudo susto me di…”, pensó meneando la cabeza.
    Y es que cuando el director le pidió que se quedara una vez finalizara la clase y la enfrentó con el profesor, sin casi mediar explicación, tuvo un acceso de pánico. Simplemente la tomó del brazo, la hizo entrar nuevamente y la puso frente a William, presentándola como su nueva asistente. Ni sabía de donde había sacado fuerzas para sostenerle la mirada y no salir huyendo… otra vez. Por suerte, todo había acabado pronto, antes de que ella se pusiera en evidencia.
    En fin, que solo quedaba esperar que el viejo director saliera, seguro se disculparía con ella, que pondría una fingida cara de pena, y allí acabaría todo. Otra vez a buscar empleo… pero algo que no pusiera en peligro su salud mental.
    Se puso a enviarle mensajes a Bev, solo para pasar el rato, asegurándole que todo había resultado bien, y que la llamaría al volver a casa. Y entonces la puerta se abrió, y ella sonrió para sus adentros, preparándose para las disculpas, etcétera, etcétera…
    Pero la aparente calma del director, su gesto satisfecho, no era lo que esperaba y eso la descolocó un poco. Mucho menos, estaba preparada para que sonriera ampliamente… y para lo que vino luego.
    —Bien Emma, ya todo está solucionado. Felicidades, tienes empleo.
    ¡Paf! Fue como un baldazo de agua fría en su cabeza. ¿Qué había sucedido?
    —Pero… pero… —tartamudeó un poco —Él dijo que no…
    —Tonterías —le interrumpió —Dudas, esas cosas. Ya está solucionado, como dije. Harán la prueba por unos días, y si resulta… el empleo es tuyo. Ahora, ve adentro, el profesor Ross te está esperando.
    Antes de que pudiera reaccionar, el hombre abrió la puerta… y la empujó suavemente dentro del salón.
    Will estaba sentado a su escritorio, con las manos cruzadas sobre el pecho y la cabeza gacha. Parecía ensimismado en sus pensamientos, y ella lo miró durante unos segundos, sin delatar su presencia. ¿Qué se suponía que hiciera ahora? ¡¿Qué demonios iba a hacer?!
    Antes de que pudiera responderse o tan siquiera pensar en algo, Will levanto la cabeza, y al verla, la invito a acercarse con un gesto, indicándole que se sentara. Él mismo se levantó y fue a sentarse en un banco contiguo al suyo.
    Hubo un nuevo silencio, una mirada cruzada que Emma se esforzó en sostener sin flaquear, hasta que Will suspiró y empezó a hablar.
    —Lamento lo que sucedió antes, si me comporte algo brusco. Es que… me sorprendió.
    La joven solo asintió con la cabeza, sin decir nada.
    —Oliver tiene la loca idea… de que nos necesitamos mutuamente. Idea que yo no compartía para nada, pero… —se interrumpió como dudando— Me hizo ver que quizás podamos… ayudarnos, por decirlo de algún modo. Y el caso es que yo necesito ayuda. Estoy completamente desbordado con el trabajo administrativo y… Bien, parece que usted también lo necesita, o eso al menos ha dicho el director. ¿Es así?
    Emma demoró un momento, antes de asentir con la cabeza de nuevo, porque… ¿Qué otra cosa podía hacer?
    Will frunció el ceño y lanzó un suspiro exasperado.
    —Señorita Watson… Pongamos algo en claro ahora, antes de continuar. Si vamos a tener una relación laboral, debemos poder comunicarnos. Y eso será bastante difícil, si usted solo lo hace por señas o con monosílabos. ¿Comprende?
    Claro que comprendía. ¡Pero era tan difícil actuar con naturalidad! De todas formas, se dijo que debería hacer un esfuerzo o esto acabaría en desastre.
    —Si, comprendo. Le pido disculpas. —fue todo lo que atinó a decir.
    —No es para que se disculpe. Solo quiero ser claro y que seamos sinceros el uno con el otro. Sé que… hemos empezado con el pie izquierdo, y me hago cargo de que, en gran parte, es mi culpa. He reaccionado de manera desmedida ante alguna de sus… dificultades. No es nada personal, Watson, es solo que estoy pasando por un momento de mi vida…
    Se detuvo, como si hubiera dicho demasiado. Bajó la mirada y volvió a menear la cabeza. Luego se recompuso, y volvió a verla a los ojos y sonrió otra vez.
    “Tiene bonita sonrisa…”
    —Pero creo que ya me disculpé por eso, y usted aceptó esas disculpas. ¿Estamos bien con eso?
    —Si, perfectamente.
    —Entonces, voy a pedirle por favor, que deje de mirarme con terror cada vez que le hablo. Porque será muy complicado trabajar así. No voy a comérmela, no voy a maltratarla otra vez, lo prometo. Por favor… relájese.
    Más tarde, cuando pudo recordar ese momento tranquilamente, se dijo que no debió mirarlo a los ojos. Tal vez, si no hubiera mirado directamente a esas profundidades de color marrón, hubiera podido sustraerse a la rara sensación que sus palabras le causaron. “Relájese”, había dicho, y en ese momento, por primera vez en meses… sintió una infinita paz.
    Solo atinó a sonreír, supuso que era la primera vez que le sonreía a Will, y lo hizo de verdad. No por compromiso, no para que dejara de pensar que era una estúpida miedosa, sino porque realmente, se sentía aliviada. Era una tontería, pero se sentía aliviada. De pronto, todos sus miedos, parecieron retroceder.
    —Eso está mejor…— continuó él — Bien. Esto no ha sido fácil para ninguno de los dos, pero… haremos la prueba. ¿De acuerdo?
    —De acuerdo —logró articular, sin dejar de sonreír —Gracias, profesor Ross.
    —No me agradezca nada, hasta que veamos si realmente podemos trabajar juntos. Venga, vamos a mi escritorio y veamos si podemos empezar con algo. ¿Tiene problema en llevarse algo de trabajo a casa?
    —No, no. Ningún problema. —dijo, mientras lo seguía.
    Durante un rato, Will estuvo mostrándole planillas y dándole algunas explicaciones. Y, aunque al principio se sintió algo mareada, descubrió que, si solo se atenía a escuchar su voz, y mantenía la vista fija en los papeles… no era tan difícil. Lo que no debía hacer, era mirarlo directamente a la cara. No cuando tenía que prestar atención y aprender. Porque si lo miraba a los ojos…


    Rato después, caminaba rumbo a su automóvil, cargando una carpeta y con una enorme sonrisa en el rostro. Se metió al auto, echó el bolso y los papeles al asiento del acompañante y se quedó viéndolo un momento antes de poner rumbo a casa. Esto había acabado de una forma muy diferente a la que había imaginado unas horas antes, pero se sentía satisfecha. Se llevaba trabajo a casa, lo que la mantendría ocupada una parte de la noche y, además, ya tenía un empleo. ¿Qué era temporal, que estaba a prueba? Si, era verdad. Pero iba a hacer todo lo posible para que esto funcionara, así tuviera que dejarse el pellejo en el intento.
    Claro que lo haría. Trabajaría la noche entera para él, si era necesario. Iba a dar lo mejor de sí, a esforzarse como nunca. Porque esto la aliviaba, oh si, la aliviaba profundamente. Podía ayudar a Will en algo, aunque solo fuera en algo pequeño, pero podía aligerar su carga. Y ella se lo debía, estaba en deuda con él. No es que esto fuera a pagar esa deuda, eso lo tenía claro. Pero al menos, aliviaba su culpa.
    “¿Es solo eso?”
    La pregunta vino a su cabeza, y la descoloco por un momento. ¿Era solo eso? Se tomó unos minutos para pensarlo y luego meneó la cabeza. No estaba segura, nada segura de que no fuera algo más. Pero no podía precisar que era, y se dijo que nada ganaba con darle vueltas al asunto. Lo único claro en todo esto, es que era la asistente de Will, que, si se lo proponía, estaba segura de poder ayudarlo. Y si, además, lograba que él la mirara con algo de aprecio, se sentiría más que afortunada.



    —¡¿Estás chiflada?!
    El grito de Bev le hizo doler los oídos, pero no la sorprendió. No era la primera vez que le decía esas palabras, y era exactamente la reacción que esperaba de su amiga.
    —Sí, estoy chiflada, Bev. Eso no es novedad —respondió tranquilamente —. Pero me siento muy bien, muy tranquila y contenta. Por favor, no estropees mi noche.
    —Yo no estropeo tu noche. ¡Tú estás estropeando tu vida, maldita sea!
    —No exageres…
    —¡¿Yo exagero?!
    Lanzó un suspiro exasperado, empezando a perder la paciencia. Y no quería eso, no esta noche.
    —Bev… de verdad. No quiero discutir. Solo quería compartir las buenas noticias contigo, porque si… son buenas noticias. Al menos para mí. Si quieres, lo hablamos mañana, mas tranquilamente. Ahora… voy a comer algo y a ponerme a trabajar. Tengo mucho que aprender.
    —Lo imagino…
    Hubo un silencio algo incómodo, hasta que Bev habló nuevamente.
    —Está bien. Mejor lo dejamos para mañana. La cagada ya está hecha, no hay modo. Descansa. O trabaja, o… lo que sea. Hasta mañana, monita.
    La comunicación se cortó, y Emma dejo a un lado el móvil, con un nuevo suspiro. Bev no estaba de acuerdo con lo que hacía, y no lo estaría nunca. Pero tendría que respetar su decisión, tendría que entender. Eso hacen los amigos, ¿no? Aceptarnos, aunque no compartan nuestras ideas del todo.
    “Y yo necesito que me acompañe en esto, porque por muy entusiasmada que esté… no va a ser fácil.”, se dijo con algo de melancolía.
    Pero solo se permitió sentir eso por unos segundos. Luego sacudió la cabeza, para alejar la sensación, y se fue directo a la nevera, a ver que podía cenar. Algo para darse fuerzas, y luego a trabajar.



    Will no se fue a casa. Estuvo un largo rato en salón, sentado a solas, pensando. Pensando en si hacía lo correcto al aceptar a la chica Watson, si no se estaba comprando un problema más. Y tuvo que aceptar que tal vez no fuera tan mala idea. Si esto funcionaba, además de aligerarse el trabajo, se sacaría la espina que tenía con esa muchacha. Una espina que no tenía muy en claro de dónde venía, pero que era una molestia. Y no le agradaba tener inconvenientes con sus alumnos. En medio de todo lo que le sucedía, lo que menos necesitaba, era eso. Al contrario, el trabajo debía seguir siendo su remanso, su refugio. Tan solo eso le quedaba…
    Le echó una mirada a su reloj y vio que casi eran las once de la noche. Ya no quedaba mucho de este fatídico día que, al fin, había logrado sortear con bastante calma. Durante la noche anterior, había temido que no iba a lograrlo. Pero como siempre, el trabajo había ayudado. Seguía siendo su tabla de salvación. Dio un suspiro y miró hacia la ventana. Aún quedaba una hora y luego ya estaba. Tendría por delante un largo año hasta pensar nuevamente en…
    “¿En qué? ¿En tu hijo? Como si solo fueras a recordarlo el día de su cumpleaños. Como si fuera el único instante en que sentirás su ausencia…”
    Claro que no. Siempre recordaría, siempre los recordaría. Cada día especial, cada fecha importante… o tal vez solo cada vez que una tontería cualquiera los trajera a su mente. Y tenía que aprender a vivir con eso.
    “Pero esta noche… es la primera. Ya queda poco, solo que… no quiero ir a casa”
    Obedeciendo a un impulso, puso un mensaje en el chat que compartía con sus amigos. ¿Alguien estaba libre para ir a tomarse una copa?
    Segundos después llegó la respuesta de Pedro. Estaba de guardia en el hospital, así que no se podía contar con él. Pero Tom estaba libre, por suerte. Se ofreció a pasar por él por la escuela, y Will agradeció el gesto.
    Un rato después estaba en las escalinatas, esperando por su amigo. La noche estaba fresca y se subió el cuello de la campera que llevaba puesta. Había una leve brisa y brillaba la luna. Una hermosa noche… que ya casi acababa.
    A lo lejos vio venir el auto de Tom, haciendo luces. Antes de bajar las escaleras, echó una última mirada al cielo.
    “Feliz cumpleaños Tommy…”
    Luego bajo a los saltos y corrió al encuentro de su amigo.


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